miércoles, 10 de diciembre de 2008

De cómo me enteré de mi ascenso (o sobre cómo una buena noticia puede ser mala a la vez)

Qué flojera me da a veces ser baterista. Déjenme, empero, contextualizarlos para que comprendan el comentario que inaugura este texto.

Mi mamá tiene una farmacia, la cual le gusta abrir antes de las 7 de la mañana, por lo cual se despierta a las 5:30 a.m. Mi papá la lleva casi todos los días, antes de irse él a su propio trabajo, razón por lo cual se despierta poco después que ella. Alrededor de las seis de la mañana están desayunando y después de diez o quince minutos empiezan su viaje hasta el centro de Lima. En todo este lapso -entre que se despiertan y salen de la casa-, el común de los días yo duermo apaciblemente y recién me estoy despertando poco antes de las 6:30.

El jueves que pasó, en cambio, me tuve que despertar media hora antes de mi costumbre sólo para cargar en el carro de mi papá -quién amablemente se había ofrecido (aunque a esa hora él todavía no lo sabía) a llevarme hasta la casa de Diego, el centro de operaciones de mi banda Bonzo, por así decirlo- las cosas que íbamos a utilizar para el concierto de esa noche: tarola, atriles y platillos, por mi parte, además de la guitarra y la pedalera de José y el bajo de Diego, ya que sus equipos estaban en mi casa desde el sábado pasado, cuando dejamos atrás una noche en Los Olivos que nos había dejado heridos, pero no vencidos.

Una vez que hube cargado todo, me di cuenta de que, a pesar de haberme levantado relativamente temprano, no me había alcanzado, sin embargo, el afán madrugador para seguir el ritmo casi heroico de mis padres. Eran ya las 6:30 de la mañana -no obstante lo cual mis papás buenamente me habían esperado- y aún no me había ni bañado, ni cambiado, ni desayunado. Así pues, argüí rápida y maquiavélicamente un plan de contingencia: le propuse a mi papá que se fuera adelantando y así, mientras él dejaba a mi mamá en la farmacia, yo me bañaría, cambiaría y desayunaría, para luego darle el alcance en su trabajo, recoger los equipos y llevarlos desde ahí en taxi (el cual me costaría dramáticamente más barato que si lo hubiera tomado desde mi casa, ya que la chamba de mi papá queda queda bastante cerca de la casa de Diego).

Procedí de dicha manera, y todo pareció salirme incluso mejor de lo que lo había planeado, ya que, cuando hube llegado a la chamba de mi viejo, él me llevó hasta la casa de Diego, ahorrándome las 3 lucas del ucrónico taxi de mis maquinaciones.

Lo malo es que sólo lo pareció, pero sobre esto les comentaré más adelante.

Por lo demás, el resto del día fue bastante típico, salvo por un detalle: Susana, la administradora de mi chamba, me llamó a su oficina para entregarme unos formularios que tenía que devolver llenos a más tardar el martes próximo. Escueta como siempre, pero sin abandonar nunca su característica amabilidad, no me dio mayores explicaciones de las necesarias («son papeles para que te afilies a la AFP que quieras») y me despachó rápidamente para que tanto ella como yo pudiéramos seguir con nuestros trabajos.

«¿AFP? ¿Con lo que gano como practicante, encima me van a descontar para pagar una AFP?», le dije a Óscar, mi compañero, cuando estuve de regreso en mi cubículo. Su contundente respuesta fue a la vez casi confirmatoria de una posibilidad que, aunque lejana, había estado barajando mientras regresaba de la oficina de Susana: «No seas huevón, es porque vas a ascender. Felicidades».

¿Sería cierto? No quise comentar nada al respecto con nadie ajeno a mi trabajo -y esto es-, no se me fuera a quemar el pan en la puerta del horno. Así, pues, transcurrió el resto del día con normalidad, hasta que me dieron las cinco de la tarde y, habiendo ya pedido permiso para irme temprano, me dirigí al local del concierto de esa noche, el ICPNA de Cercado de Lima.

Caminé hasta la avenida Arequipa y tomé una combi, pues no tenía la necesidad de ir en taxi, estando como estaba holgadamente dentro de los tiempos que había calculado para hacer la prueba de sonido sin apuro y tener todo listo y a tiempo para el concierto. Fue, sin embargo, mientras me dirigía al centro de Lima, que me di cuenta de que mi plan matutino había fallado cabalmente: ¡Mis platillos! ¡Los había olvidado en mi casa!

Renegando, me bajé de la combi (estando ya a escasos 15 minutos del ICPNA) y tomé un taxi hasta mi casa, para luego regresar nuevamente al centro de Lima. Las 3 lucas que había ahorrado en la mañana se diluyeron avergonzadamente en el olvido cuando tuve que pagar los 27 Soles que me costó la gracia de la carrera en taxi para recoger mis platillos. Es más: no pude evitar la sensación de pensar que la vida misma se regocija en la ironía, mientras pagaba con 30 Soles y el taxista depositaba en mi mano las tres monedas correspondientes a mi vuelto, el monto exacto cuyo ahorro había celebrado aquella misma mañana.

Pero bueno, el concierto salió de puta madre, lo cual, sin embargo, no me quita la pereza que me da a veces el ser baterista.

* * *

Viernes, fin de la semana laboral. ¿Quién no ama los viernes? Yo lo hacía, por lo menos hasta el que pasó, cuando recibí la peor buena noticia de mi vida -a la fecha.

El viernes en que me anunciaron mi ascenso no empezó muy bien que digamos, por lo menos no para mi bolsillo. Me desperté temprano (bueno, a mi hora habitual), pero, para variar, se me pasó la hora haciendo huevadas, así que tuve que tomar otra vez taxi si quería llegar a tiempo a mi chamba.

Apenas me trepé en el carro, le dije al taxista que sólo tenía 100 Soles para pagarle, respondiéndome él que no tenía vuelto. «Vamos a un cajero», le indiqué entonces.

Hace poco más de un mes me llegó la devolución de los impuestos de un trabajo que realicé hace algún tiempo en Estados Unidos, dinero que me fue depositado en la cuenta -por entonces ridículamente misia- de la que estaba sacando ahora los 20 soles para pagar el taxi. Retiré, pues, el billete anaranjado, luego mi tarjeta y finalmente el voucher, el cual, al leerlo, casi me hace llorar: sólo me quedaban 30 miserables lucas de las casi 600 que en noviembre pasado me cayeron -había pensado en esas fechas- como del cielo.

Al llegar a mi chamba, sin embargo, pareció que mi día empezaba a mejorar: habían armado el árbol de Navidad y cada persona que llegaba a la oficina tenía que elegir uno de los adornos que había junto a él, para luego colgarlo nosotros mismos, lo cual me pareció genial. Escogí una bola de rayas horizontales rojas y doradas y, tras colocarla, accedí automáticamente al derecho a comer el panetón y tomar el chocolate caliente que la empresa había traído para nosotros.

Me serví 3 tazas de chocolate y 4 pedazos de panetón.

Así, pues, con la barriga llena de calorías felices y el corazón navideñamente contento, empecé a trabajar diligentemente. Esa mañana terminé varios pendientes que tenía desde hace unos días (incluso uno que tenía más de un mes, pero cuya resolución no dependía de mí, y para lo cual tuve que pasar por 3 comisarías del Callao).

Y así fue avanzando mi día, atípicamente ocupado pero sin mayores sobresaltos.

Hasta que mi jefe me dijo que tenía que hablar conmigo. Eran alrededor de las 4 de la tarde cuando me pidió que viera si había una sala de reuniones disponible, fungiendo la oficina de Susana como tal. Nos sentamos frente a frente y recorrimos, punto por punto, los detalles de una evaluación de personal por la que habíamos pasado todos los trabajadores de la empresa un par de meses atrás y de la cual, afortunadamente, no había salido tan mal parado.

Luego llegamos al punto central por el que nos habíamos reunido: «Me han encargado informarte que tu situación laboral ha cambiado», me dijo mi jefe. Yo sólo atiné a pensar: «Carajo, era cierto», mientras él me decía, entre otras cosas, que dejaría de ser practicante y que pasaría a ser consultor, así como que tenía potencial pero que tenía que mejorar varias cosas, en lo que yo estuve completamente de acuerdo.

Y así, ese viernes parecía ser todo felicidad y productividad -si exceptuamos el gasto en mi taxi matutino-, hasta que mi jefe me pidió que me cortara el pelo. «Sólo es una sugerencia», señaló, pero era de aquellas a las que no se les puede decir que no.

Como le comentaría a José esa noche, cuando me dijeron que tenía que cortarme el pelo me sentí extraño, desamparado, distante, como aquella mañana en que desperté para descubrir que habían robado en mi casa, o como cuando la Lulú (mi antigua perrita) murió. Jamás pensé tener un arraigo tan profundo con mi pelo, pero, después de todo, mi cabellos largos me han -al menos parcialmente- definido desde hace 10 años, así que dicho apego es también bastante natural de comprender.

Así pues, el viernes último entendí que mi ascenso no era sólo un cambio de estatus en mi condición laboral: era también un nuevo paso que implicaba nuevas responsabilidades, así como nuevos desafíos, el primero de los cuales sería enfrentarme al peluquero, al cual no he visto la misma cantidad de años que mi cabello se ha mantenido por debajo de mi mentón.

Mientras pensaba todo esto, mi jefe seguía hablando, sobre lo que esperaba de mí, sobre lo que significaba este nuevo paso, y, aunque lo escuchaba con mi radar de atención inmediata, en el fondo mi mente continuaba absorta, contemplando la inevitable realidad que me esperaba en un futuro no muy lejano y en el que el headbanging no volvería a ser lo mismo para mí.

Y así, un viernes soleado de diciembre, la sentencia de muerte de mi melena fue decretada. ¿No es acaso motivo suficiente para odiar este día?... Mmm, tienen razón, ya no lo detesto tanto, pero que no les quepa duda de que no habré jamás de olvidarlo.

martes, 2 de setiembre de 2008

Post gratuito

Después de 2 meses, decidí que era tiempo de volver a estudiar Francés. Luego de que en julio se cancelara mi clase por falta de alumnos (si mis cálculos son correctos, yo fui el único que se matriculó); tras no encontrar un horario adecuado en agosto al cual pudiera asistir luego del trabajo y sin interrumpir mis ensayos con Bonzo y Mecánica del Caos; después de que hace poco más de una semana ingresara a una nueva chamba en la cual tengo horario fijo de salida en teoría, mas no en la práctica, y, finalmente, debido a que sólo podía dejar de estudiar dos meses si es que no quería volver a empezar desde primer ciclo, me di cuenta de que a partir de este mes debería empezar a asistir a la Alianza Francesa los días sábado.

Antes de continuar, debo avisarles que esta historia no es graciosa ni alucinante ni triste ni creo que posea alguna otra característica que la pueda convertir en una narración trascendente, nobélica o relevante, ni mucho menos. Sólo la cuento porque me dieron ganas de hacerlo. A lo mucho, podrán aprender cómo aprovechar mejor su tiempo cuando realicen un pago en el banco. En fin, a lo que iba.

Como ya había pagado el ciclo regular de julio (el que me cancelaron) y los cursos sabatinos cuestan alrededor de 100 soles más (porque el ciclo dura dos meses en vez de uno), antes de poder matricularme en mi nuevo horario debía abonar la diferencia en el banco. Hoy martes se cumplía el plazo para la inscripción, así que, después de almorzar, me acerqué a las oficinas de Scotiabank. Uno de sus locales, para mi buena suerte, queda en el mismo complejo donde está mi chamba.

Entré al banco alrededor de la 1:25 p.m. Como no tengo cuenta con ellos, obtuve en la maquinita un ticket "sin tarjeta" y se me fue otorgado el turno B139. En la pantalla decía que estaban atendiendo al B109. «No es mucho», pensé, «sólo faltan 30 "sin tarjeta" más antes de que me toque». Claro que había sacado mi cuenta pensando en que por persona se demorarían entre 1 y 2 minutos. De verdad, me cuesta entender por qué la gente se demora más que ese lapso para realizar pagos o retiros, a menos claro que a alguien se le ocurra cancelar sus deudas "en centavitos", como lo hacía, si mal no recuerdo, la Abuelita.

Avisté un asiento libre y, sin darme cuenta, me quedé dormido escuchando música (sorry por el cherry, pero el que no llora, no mama). Me desperté a la 1:50 p.m. y estaban atendiendo al B110. La razón del ridículo avance del turno de los desafortunados "sin tarjeta" radicaba, entre otras cosas, en que aquellos que tienen cuenta en Scotiabank (cuyos turnos estaban identificados en la pantalla con los códigos C y V acompañados por un número) tenían privilegios de atención prioritaria que se desprendían de su estatus de clientes del banco.

Indignado y furibundo, procedí a retirarme imperiosamente del banco y me dirigí diligentemente a mi flamante centro de labores para huevear de lo lindo en Internet mientras hacía tiempo, estando aún dentro de mi período de almuerzo (el cual dura de 1 a 3 p.m) y teniendo, por tanto, aún poco más de una hora para pagar. Así pues, me senté frente a mi computadora y hablé por Msn, miré un par de videos en MalGusto y vi otros tantos y etiqueté un par de fotos en Facebook, entre otras cosas. Luego de desperdiciar otros cuarenta minutos de mi vida, volví al banco.

Llegué a las 2:35 p.m. y en la pantalla se mostraba que estaban atendiendo al "sin tarjeta" B144. Sí, había perdido mi turno. Pero no, no desespereis, fanáticos y fieles lectores de Naoto Tamura, pues, antes de retirarme la vez anterior, había tomado la previsión de sacar otro ticket "sin tarjeta", el B147.

Así pues, alrededor de las 2:55 p.m., fui atendido. Pagué las casi 100 lucas y salí del banco a las 2:56 p.m. Fin.

miércoles, 27 de agosto de 2008

Raíces
2da entrega

Varias ciudades y centros poblados de los departamentos de Ica y Huancavelica fueron devastados el 15 de agosto de 2007 por un sismo de 7,9 grados Richter, el cual no sólo remeció el sur del Perú, sino que desempolvó y dejó a la vista la escasa capacidad (¡qué sorpresa!) del Estado peruano para reaccionar ante situaciones de emergencia (entre otras tantas eventualidades que suelen acaecer en nuestra siempre sorpresiva y adrenalínica sociedad perucha).

Como resultado de aquel terremoto, esa noche fueron arrebatadas casi 600 vidas, resultaron heridas 1500 personas, 76 mil viviendas fueron destruidas o quedaron inhabitables y casi 320 mil peruanos fueron damnificados, sin contar las alrededor de 320 personas cuyos cuerpos no fueron encontrados jamás.

La ayuda internacional no tardó en llegar a la zona del sismo. No sólo hablo de las grandes organizaciones y transnacionales, las cuales ciertamente aportaron gran cantidad de dinero y contribuciones de otros tipos (medicamentos, especialistas, albergues, etc.) para tratar de paliar la terrible situación de los cientos de miles de damnificados del sur del Perú, quienes de la noche a la mañana habían perdido lo que tenían, que ya era, de por sí, escaso.

Otro tipo de auxilio, más modesto y atomizado, pero, asimismo, más directo, llegó también para Ica y Huancavelica desde distintos lugares del mundo. Cientos de personas, de las más distintas tipologías, ideologías y otras categorías, la mayoría de ellos de lejanos territorios donde el Castellano no es el común denominador, compraron buenamente su pasaje de avión vaciando lo que había en su bolsillo y, en colaboración con varias ONGs, llegaron a la zona devastada para trabajar en su reconstrucción, hombro a hombro junto a los damnificados.

Nikandros Georgakis y Eugeneia Dimakopoulos fueron sólo dos más de ese variopinto montón de inesperados visitantes internacionales que llegaron al Perú en el último trimestre de 2007. Así pues, no podría decirse que mis padres hayan hecho nada de especial para resaltarlos de aquella bendita y asistencial masa humanitaria. Me corrijo: su auxilio sí que fue muy especial para aquellos a quienes ayudaron, así como lo fue el del resto de voluntarios, pero el único reconocimiento que recibieron todos ellos -siempre me dijeron que eso era más que suficiente- fue el de las sonrisas de los amigos que hicieron en Pisco y a quienes ayudaron a limpiar de las ruinas de su propia casa, el terreno donde ésta se había levantado antes. Ese es, después de todo, el espíritu del voluntariado. Empero, si son parte de este relato, es sólo porque gracias a ellos yo estoy aquí para contárselos ahora...

Aunque, ahora que lo pienso bien, sí hay algo que habría de diferenciar a mis padres de la gran mayoría de voluntarios que vinieron al Perú a levantar escombros y a construir albergues para los damnificados aquel 2007: los futuros esposos Georgakis no volverían a dejar este país.

sábado, 16 de agosto de 2008

Raíces*
1ra entrega

Nikandros Georgakis y Eugeneia Dimakopoulos llegaron al Perú el viernes 28 de setiembre de 2007. Ambos habrían de convertirse en mis padres dos años después, pero en esa época aún no compartían el apellido que yo llevo ahora, a pesar de que ambos ya guardaban secretamente el deseo de hacerlo algún día (lo cual incluía vagamente el proyecto de mi persona).

Fueron recibidos por Lima con su habitual cielo color panza de burro de tarde de invierno, tras 56 horas de viaje (contando el tiempo de espera entre escalas) desde su natal Atenas, inevitablemente cansados y con una leve pero aún así molesta disritmia circadiana.

Desde hacía poco más de una semana, Pedro Villalta, el contacto que su ONG había establecido para que fungiera como su anfitrión y guía durante su permanencia en Lima, había quedado en recogerlos del aeropuerto Jorge Chávez. Pedro, por supuesto, fulguraba por su ausencia cuando mis papás dejaron la sala de desembarque. No obstante, ambos pensaron que la situación podía servirles para practicar el escaso Castellano que habían podido aprehender tras poco más de un mes de clases intensivas bajo la tutela de Mayra Duarte, su compañera mexicana de intercambio en la Universidad de Atenas, amiga e improvisada profesora de idiomas.

Luego de diez minutos de incursionar en prácticamente todos las tiendas y restoranes del aeropuerto, se dieron cuenta de lo inútil (a pesar de lo divertido) que había sido insistirle a Mayra en que su enseñanza se centrara en jergas que, ahora lo sabían, no se podían usar efectivamente en esta parte de Latinoamérica: aquí no había charros, pero sí choros, y ser "pendejo" era casi casi un halago.

Después de cuarenta minutos de espera, la ansiedad de mis padres por encontrar a su guía tenía ya ligeros matices de desesperación y corría el peligro de teñirse de ella por completo. Sin embargo, justo en el preciso momento en que estaba a punto de despertarse la vena histérica de Eugeneia, a paso ligero, agitado, ligeramente sudado, y sosteniendo en su mano un papel cuadriculado mal arrancado de su cuaderno de la universidad y que llevaba escritos dos apellidos forjados en la cuna de la Civilización Occidental, Pedro hizo su gran aparición.

«Disculpen por la demora» les dijo a mis padres en un masticado Inglés, mientras ellos le devolvían una sonrisa y pasaban desde ese momento a ser sus protegidos. «El tráfico es terrible», intentó explicarles mientras caminaban hacia la avenida Faucett. Sin embargo, ni Nikandros Georgakis ni Eugeneia Dimakopoulos le prestaron entonces atención a esa oración que tantas veces habrían de usar durante los siguientes años.


* Esta es una historia que podría ser, no se trata de mi autobiografía. Téngase esto en cuenta para las próximas entregas.

domingo, 3 de agosto de 2008

Hasta la próxima vez...

Nuestro "Gordito" ha partido. Su lucha diaria y sus ganas de vivir fueron siempre vehementes. Es el héroe de nuestro barrio, mostrándonos que a los problemas sólo hay una forma de enfrentarlos: valientemente y mirándolos cara a cara. En su batalla, Augusto ofreció su fuerza toda y la quemó hasta el último cartucho. Y, ahora, ya no está con nosotros, es cierto. No triunfó del todo, pero al final ganó: nuestro respeto, nuestro cariño, nuestra admiración. Porque ganar es también, y sobre todo en realidad, un asunto de actitud. Augusto fue un ganador siempre, lo gritaba al mundo a través de sus actos, día a día.

Los héroes son así, tan fugaces como eternos. Brillan intensamente, y luego parecen apagarse. Sin embargo, el recuerdo del paso de su luz por nuestras vidas nos inspira a ser mejores y eso los hace permanecer más allá de lo que cualquiera de nosotros podrá hacerlo jamás.

Pero Augusto también fue nuestro amigo, y los amigos, los de verdad, son para siempre. Él nos unió como nadie, haciendo que nuestras diferencias se convirtieran en puentes y nuestras semejanzas, en pasos para atravesarlos. Él fue el que nos "re-unió", en el sentido más profundo de la palabra, volvió a juntarnos luego de que la vida, como pasa muchas veces, nos hiciera tomar rumbos y rutinas que nos alejaban mutuamente en nuestro día a día, a pesar de permanecer físicamente tan cerca como vivir a unas cuantas casas de distancia los unos de los otros.

Felizmente y para nuestro bien, Augusto nos recordó que estar cerca es en realidad estar presente. En sus últimos tres años luchó intensamente por su vida, y a pesar de eso siempre supo darse un tiempo para cada uno de nosotros y para todos juntos, como sus amigos, su manchita, haciéndonos pasar tiempos y momentos hermosos que sin él habrían sido imposibles. Pero, sobre todo, nos demostró que él era y seguirá siendo nuestro amigo y que estuvo y estará ahí para y por nosotros, siempre.

Ese es, en el fondo, el meollo del asunto. Augusto fue y será siempre NUESTRO, de todos los que estamos aquí para despedirlo, pero, sobre todo, para recordarlo. Ese es su legado, pues nos dejó lo que siempre quiso entregarnos: la esencia de su maravillosa persona a todos los que tuvimos el privilegio de conocerlo. Su partida nos despierta una profunda tristeza, es inevitable y sería extraño que así no fuera, habiendo sido nuestro "Gordito" como fue en vida. Pero su recuerdo, y eso también es natural, aviva en nuestros corazones una profunda alegría por haberlo conocido.

Augusto ya no será sólo nuestro héroe, porque ahora es también nuestro ángel. Nuestro amigo lo fue, lo es y lo será para siempre.

lunes, 30 de junio de 2008

Reflejos, una exposición de Joanna Lindén

Felicidades y buena suerte, min lilla älskade Joanna.




Están todos invitados a la inauguración de Reflejos, exposición fotográfica de Joanna Lindén, del 1 de julio al 19 de agosto en el C.C. La Noche de Barranco, Bolognesi 307, Barranco. Pueden encontrar más información sobre las fotos aquí

sábado, 31 de mayo de 2008

NO QUIERO MORIR POR TU VICIO
31 de mayo: Día Internacional del No Fumador

Publicado en la edición de mayo
de la revista Cliché

Puedo decir que por lo menos la mitad de mis amigos son fumadores, y no sólo ellos, sino la gran mayoría de gente que frecuenta los mismos lugares que yo. Cada vez que salgo de una discoteca, concierto bajo techo o de una fiesta o reunión de cumpleaños, es inevitable que mi ropa y mi pelo queden oliendo a humo de cigarro. Protesto un rato, después me calmo y me voy a dormir, pero vuelvo a renegar al día siguiente, cuando me doy cuenta de que, aun tras haberme bañado, el olor a pucho no ha desaparecido de mi cabello.

El problema no me afecta directamente en tanto que considero que los fumadores saben en lo que están metidos -a estas alturas no creo que nadie desconozca los perjuicios que provienen del vicio de fumar-, y si ellos desean morir de cáncer al pulmón o de derrame cerebral, pues esa es su decisión. Las cosas cambian, sin embargo, cuando algunos -entre los que me incluyo- están obligados a respirar esa mezcla de nicotina, alquitrán, monóxido de carbono, oxidantes e irritantes que están contenidos en el humo del cigarrillo.

Mucha más pena me da cuando veo a menores de edad fumando. Venderles cigarros está más que prohibido en nuestro país y, si yo noté que ellos no cuentan con la edad suficiente para fumar, pues es obvio que aquel quien les vendió los cigarrillos pudo notarlo también.

Mi decisión de no fumar obedece a razones de salud y a razones personales. La adicción al cigarrillo puede causar diferentes tipos de cáncer, enfermedades del corazón, deficiencias respiratorias, males circulatorios (incluyendo la "impotencia", tan temida por nosotros los caballeros y camuflada ahora bajo la casi metafórica definición de "disfunción eréctil"), defectos de nacimiento (que incluyen discapacidad mental y física) y enfisema. No fumar no me asegura que no pueda algún día padecer de alguno de estos males, pero fumar aumenta de manera considerable la probabilidad de sufrirlos. Tampoco quiero tener mal aliento, uñas y dientes amarillos, o ponerme histérico cada vez que no pueda fumar.

Julio Ramón Ribeyro cuenta en sus memorias que, mientras estaba en París y vivía de una subvención, antes de abrir el sobre del cheque que le llegaba por correo cada mes, necesitaba fumarse un cigarrillo, no importa que tan pobre o hambriento estuviese. Como todo buen escritor peruano, pasó hambre y frío en la Ciudad Luz, pero no se libró de este ritual (fumar antes de abrir el sobre de su cheque) a pesar de sus apuros económicos y, podrá haber sido un excelente cuentista, pero su manía era tan absurda como la del más común y vulgar de los fumadores. Eso sin contar que su vicio le costó perder gran parte de su estómago y finalmente lo llevó a la tumba.

Las personas que fuman contaminan mi cuerpo y el de los demás. Mucho peor aún, las empresas que venden cigarrillos conocen los problemas que provienen de la práctica de fumar, pero siguen ofreciendo su mercancía sin ningún remordimiento. Mi carencia del hábito de fumar, en cambio, no afecta a nadie. No corrompo la salud ni de niños ni de grandes, ni la mía propia, al no prender un cigarrillo.

Por eso, y con mucho orgullo, que este 31 de mayo voy a celebrar el Día del No Fumador. Y obviamente que no lo haré prendiendo un cigarro.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Qué rico es el asado con puré...


Qué rico es el asado con puré, me parece que no lo comía hace millones. Gracias a Santa por un almuerzo que extrañaba hace demasiado tiempo.

sábado, 10 de mayo de 2008

El corazón los une: Querer un hijo a la distancia

Versión original del artículo publicado
bajo el título de "Fundidos en un solo corazón"
en la primera edición de la revista
"Peruanos en USA", en mayo de 2008.



Durante dos décadas, Rosa María había compartido el Día de la Madre con toda su familia: su esposo Erick, su hijo mayor Erickson y, eventualmente, el pequeño Aldhair. Este año, sin embargo, será diferente. Un nuevo reto pone a prueba el cariño que une a esta familia sanmiguelina, pero la promesa de un futuro mejor y, sobre todo, la esperanza de un próximo reencuentro, mantienen el cariño de los protagonistas de esta historia a través de los miles de kilómetros que los separan.


No fue difícil llegar a la casa en la que Erickson vivió hasta diciembre del año pasado, a pesar de ser la primera vez que vengo. Toco el timbre y se abre una pequeña ventana en la puerta de metal y vidrio. Los ojos inquietos de Aldhair, hermano menor de Erickson, me observan mientras pregunta mi nombre. «Soy el reportero de Peruanos en USA, he venido a entrevistar a la señora Rosa María», le respondo. Me abre la puerta y tras él aparece su madre, una mujer de cabello corto con un aire amable y sincero. Me saluda con una sonrisa y me pide tomar asiento.

Rosa María es un ama de casa que tiene, además, un negocio de menús para trabajadores de la zona. Entre esta última actividad y las labores de su hogar se le va la mayor parte del día. Es recién durante la noche que puede comunicarse con su hijo Erickson, quién partió a los Estados Unidos el año pasado, en diciembre, a través de un programa laboral de verano para estudiantes universitarios.

Este será, pues, el primer Día de la Madre que pasará sin su hijo mayor.

- ¿Cómo era la vida de su hijo Erickson antes de irse a los Estados Unidos?
- Bueno, él fue muy hábil desde niño y siempre lograba sus objetivos -me responde Rosa María, sin disimular su orgullo de madre-. Desde pequeño destacaba en todo lo que se proponía hacer, no sólo en el estudio sino también en el deporte. Le gustaba mucho el fútbol, incluso estuvo en el club Alianza Lima en dos oportunidades, cuando tenía 5 y 9 años. En secundaria siguió siendo un buen alumno. Comenzó a estudiar inglés desde que entró al 2do de secundaria y terminó en tres años. Acabó 5to de secundaria en primer puesto y antes de salir del colegio ya había ingresado con tres cuartos de beca a la Universidad Privada de Piura. Actualmente cursaría el séptimo ciclo de economía.
- ¿Cómo toma la decisión de quedarse en Estados Unidos?
- Él decide viajar a los Estados Unidos con ese programa para ir a trabajar por los tres meses de verano, retornar al Perú y seguir con sus estudios, pero estando allá toma la decisión de quedarse. Ha sido un poco difícil para nosotros de aceptarlo, pero también, al darle esa libertad de ir a Estados Unidos, sabíamos que podía tomar esa determinación. Viendo perspectivas, él me dijo un día: "Mami, yo creo que acá puedo estudiar, tengo la posibilidad de repente de postular a una visa de estudiante y, luego de que me la den, empezar a estudiar". Y creo que ese es su nuevo objetivo. Él me dice: "Lo que yo estudié en Perú de todas maneras me sirve, porque está en mis conocimientos y yo los he aplicado en el trabajo y como persona". Entonces, el tomar la decisión de quedarse es ahora un nuevo reto para él y que nos demuestra que nos ama mucho a nosotros.

Rosa María se detiene por un momento, toma un breve aliento y prosigue.

- Erickson nos extraña porque tiene mucha tristeza de estar solo, pero "el objetivo son ahora ustedes", me dice, "yo veo por ustedes", y quiere que prepare a su hermano de la misma manera que me dediqué a él, porque más adelante piensa llevarlo.

El rostro de la madre de Erickson adopta ahora un tono un poco más serio al que había tenido hasta ahora, pero sin perder la expresión afectuosa con que habla de su hijo. Continúa.

- "Primero", yo le digo, "tienes que realizarte tú. Una vez que te has realizado tú, recién puedes pensar en tu hermano. Tu papá y yo nos encargamos acá de Aldhair, en apoyarlo, en darle lo mejor, pero ya más adelante se verá eso".
- ¿Cuál es el principal objetivo de Erickson al quedarse allá? -le pregunto a Rosa María.
- Primero, ahorita, es ver la manera de seguir estudiando. Él quiere de todas maneras seguir estudiando porque lo extraña. A veces me dice: "Mami, extraño agarrar un libro". Y eso es en lo que yo siempre me mantengo como mamá. Le aconsejo: "Tú podrás haberte quedado allá y, a veces uno puede trabajar en muchas cosas que no son las que uno quiere, pero, si tu objetivo es estudiar, trata de cumplirlo". Eso es lo que le aconsejo siempre.
- Esta es la primera vez que Erickson se aleja por tanto tiempo de su familia ¿Cómo ha cambiado su relación después de que él se ha ido?
- No creo que haya cambiado. Él siempre ha sido poco comunicativo en sus cosas personales. Recién cuando las realiza, nos cuenta de qué se trata. Pero yo como mamá siempre intuyo en él las cosas que él quiere hacer, siento cuando está triste, cuando está alegre. En realidad no ha cambiado la relación con nosotros, porque él siempre me dice "siempre estoy al pendiente de ustedes, siempre pienso en ustedes, y lo que yo haga siempre va a ser por ustedes".

Erickson llegó a los Estados Unidos a trabajar como ayudante de cocina en un hotel de Atlantic City, en New Jersey. Tras culminar su período de trabajo, decidió permanecer en la tierra del tío Sam para empezar una carrera universitaria. Tras contactarse con un amigo de su colegio en Lima, quién vivía y estudiaba hace ya algún tiempo en Florida, decide mudarse a este estado pues consideró que esa era su mejor opción.

- En Florida -prosigue Rosa María-, Erickson piensa conseguir trabajo. Un amigo suyo que estudia medicina cibernética va a guiarlo para saber qué es lo que debe hacer para postular a la universidad. Mi hijo ya ha tramitado su visa de estudiante, pero eso demora entre tres y ocho meses, y él no tiene ni un mes que la ha pedido. Bueno, como él siempre ha sido un alumno destacado me ha pedido sus documentos porque quiere solicitar una beca.

Rosa María se retira un momento y regresa con algunas de las medallas e insignias ganadas por su hijo mayor durante su vida escolar y universitaria. Mientras me las muestra, puedo percibir en su mirada el orgullo de madre, más que evidente, y su firme confianza en las capacidades de su hijo.

- ¿Usted se ha puesto a pensar en que quizás no volverá a ver a Erickson en mucho tiempo? -le pregunto.
- En realidad sí. Ahora estoy tranquila, pero mi hijo me cuenta los momentos difíciles que ha pasado tras tomar la decisión de quedarse. Lo que pasa es que ha gastado plata en documentos y otras cosas, y luego viene la falta de dinero. Cada vez que converso con él, siento que algo pasa y que él no me lo dice. A veces me dice: "Yo quiero que tú sientas que estoy bien, que todo el tiempo estoy bien, no que estoy pasando por algo malo, que me siento mal o que me siento triste". Y cuando él me dice esas palabras es porque hay algo, es porque está triste, porque está solo. Pero bueno, a veces soy yo la que me pongo un poco nerviosa, pensando en que ojalá que esté todo bien. Siempre me encomiendo a Dios, soy muy creyente y confío en Él para que lo ilumine y le guíe en su camino.
- ¿Cómo definiría sus sentimientos respecto a que su hijo esté tan lejos y no sepa cuándo volverá a verlo?
Ojalá que no cambie, porque muchas personas dicen que los hijos cambian, pero la vida los hace cambiar a ellos, porque un poco la dureza, la manera fría de vivir los hacen cambiar, pero tengo fe en que el cariño, la enseñanza, la manera cómo hemos enfocado la vida con ellos creo que queda marcado y creo que eso va a hacer que la unión se mantengan mientras la comunicación, mientras nos digamos ese cariño que sentimos pienso que no va a romperse porque nos quiere mucho, siento que nos quiere mucho, pero ojalá que no cambie, tengo fe en que no va a pasar eso.

- ¿Cómo se imagina el reencuentro?
- ¡Ay, Dios mío! -exclama Rosa María, mientras su mente parece volar por un instante hacia aquel ansiado momento-. A veces pienso en cómo quisiera que ya hayan pasado 5 años, porque ese es más o menos su proyecto. Ya quisiera que hubieran transcurrido ese tiempo para volverlo a tener con nosotros. Cuando se fue, algo me decía: "Dios mío, él se va a ir y no va a regresar", pero yo me despedí con todas las ganas y dándole los mejores consejos, quizás porque en el fondo yo sabía que no volvería a verlo en mucho tiempo.

Los sentimientos que la embargaron cuando despidió a su hijo, cuatro meses atrás, en el aeropuerto, parecen inundarla de nuevo. Lo noto en sus ojos, que brillan al humedecerse un poco mientras habla. Rosa María se ríe levemente, como para darse ánimos, y continúa.

- Yo siempre soy llorona en esa parte, siempre estoy pensando en él y quisiera que el tiempo pase más rápido ahora. Aunque él me dice: "Mamá, tienes que vivir tranquila, tienes que estar con mi papá, con mi hermano, dedicarte con él; olvídate un poco de mí y dedícate más a mi hermano", pero a veces no se puede. En mi mente siempre mi hijo, en la mañana, en la tarde, en la noche, así no me comunique con él, pero ahí lo tengo. Pienso que está acá, y aunque sé que estando lejos va a ser más difícil, siento muchas cosas por él. Quisiera que pase el tiempo rápido y que salgan las cosas bien, que demuestre que puede hacer las cosas bien y sólo pido que, donde esté, lo cuiden y lo guíen.
- ¿Cómo se imagina que será su primer Día de la Madre sin Erickson?
- Bueno, va a ser difícil. La Navidad pasada, dentro de mí, decía: "No, los tres (mi esposo, Aldhair y yo) no podemos pasarla solitos porque va a ser muy triste". Felizmente, una de mis cuñadas nos invitó a su casa. Ella tenía Internet y webcam. Entonces, mi hijo pequeño nos dijo: "Mamá, nos vamos donde mi tía porque es ahí vamos a poder hablar con mi hermano", así que eso hicimos. Erickson ha pasado una Navidad feliz con sus primos y sus tíos allá. Bueno, él ha sentido de todas maneras la ausencia de su propia familia. La pasamos tranquilos, conversamos antes de las doce y después me dijo: "Mami, nos vamos a ir a cenar", porque nos llevamos 1 hora de diferencia. "Acá hacen una Navidad para los niños", me dijo, "porque hay muchos niños y les hacen vivir la Navidad, diciéndoles que llega Papá Noel".
- Porque Erickson los ha ayudado a hacer como que Papá Noel bajaba -añade, emocionado, Aldhair, quien ha estado todo el tiempo junto a nosotros, escuchando nuestra conversación.
- Pero yo me quedé contenta de verlo -continúa Rosa María-. Y ahora, para el Día de la Madre, lo único que me queda es estar en casa y esperar a que mi hijo me salude temprano, pero de todas maneras voy a sentir su ausencia. Él siempre está al pendiente de nosotros, de su mamá, de su papá, de su hermano. A Aldhair siempre le para aconsejando, todos los días: "hazle caso a tu mamá", porque sabe que su hermano es terrible -Rosa María y yo nos reímos, aunque al pequeño no parece hacerle tanta gracia-. Pero bueno, tenemos que aprender a superar con el corazón cualquier impasse que se nos presente, sobre todo la ausencia. Es el corazón el que nos une: estamos lejos, pero los sentimientos son los que nos hacen presentes a pesar de la distancia y los que nos hacen que estemos siempre unidos. Yo creo que es así.

Nadie sabe a dónde lo llevarán sus propios pasos. Erickson emprendió su nuevo camino pensando que era lo mejor para él y para los suyos. Su decisión lo ha alejado físicamente de su familia, pero lo ha unido más a ella en el corazón, como bien lo dice Rosa María. Mientras tanto, el teléfono y la Internet son la única forma de estar al tanto los unos de los otros. A ambos lados de los miles de kilómetros de línea telefónica que los separan, ellos esperan: por una vida nueva, por un próximo reencuentro, por aquel Día de la Madre en que podrán estar, nuevamente, juntos los cuatro.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Exercice de Français incorrigé

Les forces de l'hier et les promesses de domain,
mes démons et tout les espoirs que les gens mettent sur moi,
ils ne sont rien sans toi
parce que je n'ai pas la volonté d'ecrire mon histoire
quand tu m'as quitté.

Resumen del MANUAL DE PERIODISMO

En el año 2005 tuve el privilegio de estudiar con uno de los mejores profesores que he tenido en mi carrera de Periodismo, el señor Julio Aliaga. Estuve entre los pocos afortunados que pudieron asistir a sus clases, ya que sólo enseñó en mi universidad durante un ciclo, pues lamentablemente nuestro país es ingrato con los talentos como el suyo.

El curso que impartió el profesor Aliaga se llamaba Información Periodística, y era el primero en que probábamos en carne propia lo que era "salir a la cancha". Más que grandes logros (que fueron pocos si es que no ninguno), lo que me quedó de esos días fueron las bases para el resto de mi carrera. Uno de los libros que debimos leer fue el Manual de Periodismo de Vicente Leñero y Carlos Marín, al cual recurro hasta el día de hoy. A propósito del curso, realicé un resumen de dicha publicación y que espero sea de ayuda para mis futuros colegas. Provecho.



P.D.: Para visualizar el documento en tamaño completo, hacer clic en el botón OPEN PUBLICATION. De ser necesario, desactivar el bloqueador de elementos emergentes (pop-ups).

miércoles, 23 de abril de 2008

Feliz (?) Día del Idioma

Ya en un post anterior mencioné esa especie de fascinación que tengo con mi lengua nativa, el castellano (en ese entonces la llamé "una obsesión casi compulsiva por el uso correcto de mi idioma materno") y los incontables colerines que me genera vivir en un país en el que la mayoría de gente no habla bien, desgraciadamente, porque nuestro sistema educativo es una reverenda e inmunda mierda.

Este Día del Idioma se celebra en nuestro país con más del 12% de analfabetismo, por lo que hablar del Día Internacional del Libro (el cual se festeja también el día de hoy) es inútil para 1 de cada 8 peruanos. Ni qué decir del bochornoso nivel de comprensión de lectura que tienen nuestros niños, pues 8 de cada 10 niños no entienden lo que leen y eso, obviamente, no es culpa de ellos.

Es al Estado, a quien por defecto (qué irónico usar esta palabra en este contexto) le corresponde velar por el bienestar educativo de nuestros niños. Sin embargo, porque el Perú es el País de las Maravillas, uno tras otro nuestros ministros de educación no han sabido aplicar las reformas necesarias para dar el gran salto. No hemos siquiera dado pasitos de bebé, y muchas veces pienso que la pintoresca sentencia "avanza para atrás" con que los cobradores de combi parecen querer desafiar la física y la lógica es una simple y llana extrapolación del modus operandi en que los gobiernos que una y otra vez nos empeñamos en seguir maleligiendo* conducen al Perú.

Y, bueno, está también el SUTEP (Sindicato Unitario de Trabajadores en la Educación del Perú). Ay, los dirigentes SUTEP, maestros de profesión, revoltosos de oficio. Quejarse está bien cuando las cosas están mal, pero protestar por mera costumbre e intransigencia es simplemente enfermizo. Si las propuestas educativas del gobierno son desacertadas, las respuestas que ofrecen los líderes del sindicato de maestros les hacen justa y nefasta competencia. Pero, ¿no reza acaso el dicho que para cada roto hay un descosido? Gobierno y SUTEP son tal para cual, dos caras de una misma y depreciada moneda, y, mientras tanto (y sólo para seguir con la analogía), la tela de nuestro sistema educativo, que ya más parece trapo, está más deshilachada que pantalón de loco.

Me abstengo de proponer alternativas para la mejora de nuestro sistema educativo porque no soy experto en educación ni mucho menos. Hay, sin embargo, quienes sí lo son (como los miembros del Consejo Nacional de Educación), pero incluso sus ideas siguen siendo rechazadas por el gobierno de manera soberbia y por los representantes del magisterio por afanes políticos o, lo que es peor, por simple berrinche.

Cervantes no murió el 23 de abril de 1616, sino el día anterior; Shakespeare, mucho menos, pues la data real de su muerte, según el calendario gregoriano, fue el 3 de mayo. El Inca Garcilaso de la Vega fue el único que dejó este mundo en la fecha que actualmente conmemoramos al celebrar el Día del Idioma (los hispanoblantes) y el Día Internacional del Libro. Y esto -aunque DEBIÓ ser todo lo contrario- nunca me lo enseñaron en la escuela.



* Me tomo la licencia de usar este neologismo siguiendo los preceptos establecidos por Juan Eugenio Hartzenbusch para la admisibilidad de los mismos, tal como figuran en el ensayo "Substantivos con el sufijo -ística", incluido en el libro "De esto y aquello" del políglota Marco Aurelio Denegri, a saber: es palabra bien formada, necesaria, fácilmente comprensible y lógicamente justificable (pag. 313 de la primera edición).

martes, 22 de abril de 2008

Feliz Día de la Tierra - 22 de abril

Nuestro planeta es profundo y maravilloso, una perla de vida en el océano de incertidumbre que es el Universo.


lunes, 21 de abril de 2008

Afiliándose a la discriminación

Encontré este anuncio de AFP ProFuturo en la revista Somos del día sábado 19 de abril. ¿Notan algo raro?

Estos cuatro niños están, supuestamente, soñando lo que quieren ser o tener en el futuro. ¿Qué es lo que quiere llegar a ser, según los publicistas de esta compañía, la niña a la derecha de la imagen? Ella, de rasgos afroperuanos, desea algún día -siempre según la mentalidad de los creadors de este anuncio- ser una rubia ojiverde.

La idea de "mejorar la raza" persiste entre nuestros publicistas y, en general, las prácticas racistas, tratando en este caso de ser encaletadas tras la idea de ternura y de inocencia.

Claro, mi argumento puede siempre ser rebatido considerando que mi opinión es eso precisamente, sólo un punto de vista, y que no corresponde a la apreciación general de los consumidores de este anuncio. Sin embargo, mi interpretación de este comercial es tan válida como cualquier otra desde el momento en que la considero coherente con y perfectamente deducible del anuncio en cuestión y, así como yo percibí el mensaje de este anuncio de la forma en que lo hice, otros podrían captarlo de la misma manera.

Porque los doblesentidos siempre se prestan para la cochinada.



P.D.: La imagen adjunta a este post quizá no los convenza, pues es inevitable que se pierda definición en el escaneado, por lo que les recomiendo que tomen el Somos del sábado pasado y lo verifiquen ustedes mismos.

jueves, 17 de abril de 2008

Despropósito

Tu cabello es del color con que arde la pasión dentro de tu pecho, tu piel es suave y frágil como la porcelana, tus ojos tienen el color de un mar fértil y eterno, tu nariz es tan pequeña que parece tenerle miedo de robarle el aire al mundo, tus labios son amables y rojos como las flores del jardín que cultivabas de niña, la geografía de tus senos me convierte en aventurero feliz, tus manos acarician el mundo y convierten tus miradas en arte, el calor de tu vientre es sincero, la sinuosa cadencia de tus caderas es el alimento de la sed impaciente de mis deseos y esperanzas, tu espalda es el lienzo en que dibujan mis caricias y mis besos.

No te atrevas, nunca más, a proclamar la herejía de negar tu belleza, no vuelvas a desafiar la verdad que develan mis ojos cuando descubren su sentido en ti.

lunes, 7 de abril de 2008

Nuevo programa y nuevos temas

Les informo que a partir del martes 8 de abril de 2008 estaré conduciendo Un Noventero en el Siglo del MySpace, programa radial por Internet dedicado a difundir la música de bandas de MySpace, Purevolume, entre otros. Si forman parte de un grupo o conocen a alguien que pueda estar interesado, pueden escribirme a naoto90@gmail.com. El programa va martes y jueves de 4 a 6 p.m. y sábados de 10 a.m. al mediodía por Radio Cliché (abrir la página en Internet Explorer, porque en Mozilla Firefox no se ejecuta bien).


A parte de eso, he actualizado el reproductor de este blog con la nueva versión de Quizás te recuede (solamente), del demo que pronto estaremos lanzando con mi banda NMJ, además de dos nuevos temas de mi proyecto solista, y Light (fading), así como remasterizaciones de los dos temas que estaban colgados anteriormente, Otro día siendo extraños y Mitt hjärta vals. Espero que los disfruten.

lunes, 24 de marzo de 2008

FESTIVAL JAZZ PERÚ 2008
Colofón

El músico, actor e historiador del cajón peruano, Rafael Santa Cruz, comenta sobre su participación en el Festival de Jazz Perú 2008 con su espectáculo Tiempos de cajón. El maestro está organizando el 1er Festival del Cajón peruano, del 5 al 9 de abril en el Centro Cultural de España. Pueden obtener más información sobre este último evento en la página del Cajón peruano.



Los músicos del espectáculo "Tiempos de Cajón" son:
- Cajón: Rafael Santa Cruz y Eduardo Balcázar
- Cajón, Checo y Tormento: Mangué Vásquez
- Guitarra: Ernesto Hermoza
- Contrabajo: Joscha Oetz
- Danza, zapateo y percusiones: Pier P. Vásquez y Toño Vilchez

jueves, 20 de marzo de 2008

FESTIVAL JAZZ PERÚ 2008
3ra parte

Mabela Martínez comenta sobre el Festival Jazz Perú 2008. Para qué decir más. ¡Ave, Mabela!


FESTIVAL JAZZ PERÚ 2008
2da parte

Eva Ayllón es una de las principales difusoras de la música peruana en el extranjero y figura reconocida internacionalmente. Este año, ella participa en la 8va edición del Festival Jazz Perú. El día sábado 22 de marzo a las 8:30 realizará su presentación en el Auditorio de la Biblioteca Nacional del Perú, acompañada por músicos peruanos, sudafricanos y norteamericanos. Como parte del voluntariado que realizo este año tuve el privilegio de estar presente durante sus ensayos y es realmente un espectáculo que no puede perderse. Aquí los dejo con un pequeño reportaje que realicé a propósito del Festival.


miércoles, 19 de marzo de 2008

FESTIVAL JAZZ PERÚ 2008
Del 19 al 23 de marzo en la Biblioteca Nacional del Perú (sede San Borja) y en el Jazz Zone

Hoy 19 de marzo empieza el 8vo Festival Jazz Perú 2008, que se realizará este año en dos locaciones: durante la mañana y la tarde en la nueva sede de la Biblioteca Nacional del Perú (av. de la Poesia 160, San Borja) y durante la noche en el Jazz Zone (av. La Paz 646, psj. El Suche, Miraflores). Para ver la programación, pueden darle clic aquí.

En este caso en particular, este cherry no se debe puramente a mi gusto por el jazz, sino a que este año he tenido la oportunidad de colaborar como voluntario del Festival y ver cómo son las cosas desde adentro (una tragicomedia, como suele ser organizar actividades culturales en nuestro país).

Con el correr de los días colgaré algunos videos para que tengan una idea de lo que fue este encuentro de más de 86 artistas extranjeros, sin contar el aporte inigualable de nuestros músicos de bandera: Eva Ayllón, Gabriel Alegría, Hugo Alcázar, Rafael Santa Cruz, entre otros.

Para finalizar, debo decir que el plus de este festival serán la presentación de jazz afro peruano a cargo de Eva Ayllón, el día sábado en el auditorio de la BNP, y el concierto de cierre, el domingo, a cargo de Frágil, la más legendaria banda peruana de rock progresivo, acompañados por la Orquesta Sinfónica Jazz Perú.

Imperdible.

viernes, 14 de marzo de 2008

Tecnología


La compañía en la que trabaja mi papá ha adquirido varios celulares Motorola MotoMing A1200e para el uso de sus empleados más importantes, entre los cuales (y de eso me siento muy orgulloso) se encuentra mi padre. Anoche trajo el mentado celular a casa y entre los dos intentamos descifrar cómo funcionaba.

No soy un tecnófilo pero al menos intento mantenerme al tanto de los avances de la ciencia en los ámbitos que son de mi interés. Al tener el dichoso celular entre mis manos, sin embargo, me sentí mucho más desfasado que de costumbre, ya que aquel sólo tenía tres botones y jamás en mi vida había visto un móvil sin teclado.

Deduje, pues, que se trataba de un celular con touchscreen. Un flashback inmediato me abofeteó y fui transportado hasta 1994, cuando mi papá compró nuestra primera computadora, una IBM PS/1 con sistema operativo Windows 3.11. En la tienda donde compramos nuestro equipo (en esa época en Wilson no se hacían las maravillas de hoy en día, o por lo menos nosotros no estábamos al tanto), había otro que tenía la dichosa pantalla táctil. Recuerdo que quedé fascinado por las infinitas posibilidades (me parecía) de tener un dispositivo tal, más allá de los alcances reales que ofrecía un touchscreen en 1994, y que en esa época (hasta donde alcanzaba mi conocimiento entonces) no iban más allá de ser un elemento netamente suntuario.

El caso del flamante celular de mi papá era, sin embargo, muy diferente. El hecho de trabajar directamente en la pantalla es la esencia misma del aparato y quizá una de las razones principal es de que una emocionada reviewer de Internet lo haya calificado como "el mejor celular que jamás habrás de comprar".

El MotoMing tenía y lo hacía casi todo: celular tribanda, con agenda electrónica, conexión directa a la PC, acceso a Internet, capacidad de tomar fotos y videos con una resolución de hasta 2 Megapíxeles, radio FM, mp3, calculadora, alarma, juegos y una serie de adendas que me dejaron sinceramente impresionado.

Mi impresión devino luego en sobrecogimiento, puesto que el tener esta maravilla tecnológica entre mis manos me hizo caer en cuenta del largo camino que había recorrido el hombre, desde que hace 2 millones y medio de años (por lo menos) nuestros ancestros fabricaron las primeras herramientas de la historia. «Y pensar que empezamos con una piedra», recuerdo haberle dicho a mi padre. Recorrí mentalmente millones de años de evolución biológica y tecnológica de nuestra especie, mientras que las imágenes que se sucedían vertiginosamente en mi cabeza eran acompañadas por la melodía de Also Sprach Zarathustra, el tema insignia de 2001: Odisea en el espacio.

Luego, sin embargo, descubrimos que la compañía de mi papá todavía no había activado el dichoso aparatito y que por ende éste no podía hacer ni recibir llamadas. No pude evitar reírme en la cara de mi padre (sin mala intención, por supuesto -o no demasiada, por lo menos) y le dije que, por lo menos esa noche, yo me quedaba con el adefesio que tengo como celular porque éste no sería capaz de solucionar una ecuación cuántica ni transformarse en auto deportivo, pero al menos podía hacer aquello para lo que fueron inventados los teléfonos móviles: comunicarse.

lunes, 10 de marzo de 2008

AFANOSOS AFANADORES
Breve reseña sobre el arte de enamorar de los casi extintos clasemedieros

Hoy en día restan ya pocos especímenes de la alguna vez prolífera Clase Media. Entre las posibles causas de su extinción figura un nefasto vector conocido bajo el nombre común de Gobierno aprista, el cual arrasó de manera feroz con su población durante la década del '80. Poseedores de una rica cultura, los últimos Clasemedieros que sobreviven lo hacen agazapados entre las ruinas económicas de un hermoso pero contradictorio país llamado Perú. Algunas de las manifestaciones de su estilo de vida han sobrevivido hasta ahora gracias a la transmisión oral de las mismas, pero también a través de su asimilación en las costumbres propias de las generaciones que les sucedieron en el predominio demográfico de su nación. Los rituales de apareamiento de los Clasemedieros más jóvenes, complejos y diversos, son recogidos de manera parcial en el texto siguiente, redactado por un cronista de la época.

He de admitirlo: yo de chibolo era lorna. Afortunadamente, la palabra "tímido" me sirvió siempre de feliz refugio para ocultar mi verdadera naturaleza pueril. En este trance que para todos es el paso de niño a hombre, la inherente actitud contemplativa de mi timidez me permitió apreciar con detenimiento las formas en que hombres y mujeres empiezan a entablar relaciones, en esa aventura que siempre es el enamorarse o, mejor dicho, el enamorar a alguien, esto es, lo que comúnmente llamamos el "afán".

Y ya que este relato ha empezado en plan confesional, revelaré que, además de lorna, yo era gordo. Si bien no alcancé jamás dimensiones apocalípticas, creo que ese trauma me ha perseguido hasta el día de hoy. Quizá por eso salgo a correr cada noche que puedo, azuzado en mi trote por el recuerdo de mi rolliza infancia. Cierta ocasión en que, por puro capricho, me desvié de mi recorrido habitual, me topé con una chica alrededor de los 15 años apoyada en la puerta de su casa, rodeada por cuatro imberbes coetáneos que tentaban sus pininos en el arte del afán. Desde mis tiempos las cosas no parecen haber cambiado mucho.

Por lo general, los primeros afanes son así, de a cuatro, en mancha, en una táctica que podría ser descrita como un torpe ataque en jauría. La víctima de turno en mi barrio fue Mayita, una bonita niña que tendría entre trece y quince años a mediados de la década pasada. Ella no formó nunca parte de nuestra manchita, que en sus mejores épocas estuvo conformada por cerca de diez hombres -de los cuales Amador, Alfonso, Carlos y yo éramos los mayores- y por una cantidad similar de chicas que por alguna extraña (o estética) razón no fueron blanco de nuestras púberes fantasías románticas. Por esos años teníamos la costumbre de salir a pasear en bicicleta en las noches de verano. En ocasiones llegábamos a ser hasta veinte ciclistas, y nos convertíamos en una suerte de banda de inocentes no motorizados. Con el país atravesado por una grave crisis democrática y de seguridad nacional, para nuestra desentendida mancha de barrio eran, sin embargo, buenas épocas.

Mentiría si dijera que recuerdo la primera vez que la vimos. Lo más probable es que haya sido en una de nuestras correrías nocturnas en bicicleta, cuando ella caminaba rumbo a su casa regresando de la tienda, o tal vez mientras conversaba en su puerta con alguno de sus amigos. De algún modo nos las ingeniamos para entrar en contacto con Mayita, y ahí estábamos, dos días después de haberla conocido, Amador, Alfonso, Carlos y yo, acompañados de un séquito conformado por nuestros "aprendices" (los menores del grupo), afanándola en mancha.

Quizá el sentido de esta táctica sea, como sucede con los lobos, rodear a la presa por todos sus flancos. La cosa debe ir también por descubrir por qué lado flaquea el objetivo, además de ser una manera probabilísticamente acertada de asegurarse el estar entre los posibles candidatos a ser el próximo enamorado de la desafortunada elegida. Y, finalmente, está el hecho de que ningún chibolo se va a atrever, él solo, a ir a tocarle la puerta a una chica.

Cuatro pretendientes deben abrumar a cualquier adolescente, mucho peor si la tienen arrinconada contra una puerta, ejecutando gracias y gastando bromas (muchas veces a expensas de sus cómplices de afán más tímidos), vistiéndose recontra tiza y fashion, luciendo sus lindas caritas o los infantiles músculos que empiezan a esbozar tras sus jornadas deportivas en el colegio, todo para ser, finalmente, el que más la hace reír, el que le parece más guapo, el bacancito del grupo, el Elegido, y, sanseacabó, el ganador de esta competencia.

Bien podría aplicarse en este caso aquel dicho, muy peruano por cierto, que reza "el que puede, puede, y el que no, aplaude". Y los tímidos sabemos aplaudir muy bien.

* * *

Con el pasar de los años, afortunadamente, también se les abren las puertas del amor a los menos aventados y avezados. Tímidos, gordos, flacos, altos, chatos, descubren que ellos también son capaces de enamorar y que, lejos del anonimato al que se vieron ceñidos dentro del colectivo de la manchita afanadora, sus propias personalidades les permiten explorar otras formas de enamoramiento mucho más heterogéneas, ciertamente que unas más efectivas que otras. Algunos casos, como el de los acosadores, merecen mención a parte.

Vanessa era catequista en la parroquia de su barrio. Jorge asistía al mismo grupo parroquial y fue precisamente ahí donde ambos se conocieron. Después de unos meses de frecuentarse, y -según ella- sin razón aparente, el muchacho empezó a manifestar hacia su, strictu sensu, correligionaria lo que después se revelaría como una irrefrenable atracción casi fatal, o por lo menos bastante insoportable para la infortunada protagonista de esta historia.
- Pucha, Vanessa, es que tú me gustas.
- Pero si yo nunca te di alas -frase que siempre es capaz de deslindar responsabilidades de una forma tan evasivamente oportuna.- Tú sabes que yo te quiero como amigo no más.
- Sí sé, pero, pucha, tú me gustas, y no voy a cansarme de insistirte hasta que estés conmigo.

La vida para Vanessa desde entonces no volvería a ser la misma. Jorge parecía tener el don divino de la ubicuidad pero de la caricaturesca manera en que lo esgrime Droopy. Aparecía, como era de esperarse, en el grupo parroquial, pero además de eso empezó a buscarla en su casa, siempre existía la amenaza de que saliera a su encuentro detrás de cada esquina, le pedía acompañarla a todos lados, entró al mismo grupo de estudios que ella y, finalmente, coronó el helado del acoso con la cereza de postular e ingresar, al igual que Vanessa, a la Católica.

No es un secreto que cuando uno se incorpora a la universidad se pasan más horas de vigilia en ésta que en cualquier otro lado. Nefasta realidad para mi amiga, quien vio reducirse dramáticamente el ámbito geográfico del acoso del que era víctima a las 4000 hectáreas del campus, cuando ya desde antes toda una ciudad le resultaba insuficiente para una evasión efectiva de su tormentoso afanador. A pesar de que ambos llevaban cursos en espacios diametralmente opuestos dentro de la universidad (la una en Ciencias, el otro en Letras), Jorge se las ingeniaba para averiguar los horarios de Vanessa y la buscaba a la salida de sus clases. La idea de verlo "hasta en la sopa" cobró una irónica y metafórica perspectiva para ella cuando su perseguidor empezó a buscarla también en la cafetería mientras ella almorzaba, sin importarle que estuviera rodeada de sus amigos. Ni siquiera el amparo divino era capaz de mantener alejado al acosador, puesto que cierta vez Vanessa se vio obligada a "hacerle el pare" frente a sus confirmandos (en ese momento ella había pasado a ser catequista de su parroquia).

No sé hasta qué punto sea efectiva esta técnica de afán. Quizá lo que se espera es colmar la paciencia de la persona asediada hasta que finalmente sucumba porque el nivel de saturación (entiéndase: "ver al acosador hasta en la sopa") la lleve finalmente al atolondramiento, y esto a la larga llegue a nublar el buen discernimiento. La máxima de los que proceden de este modo para enamorar debe ser "el que persevera, alcanza", pero de una manera enfermiza y casi psicopática. Al parecer, toman la expresión "afanar" de manera demasiado literal.

Finalmente, Jorge cedió. El mal trato, primero, y la indiferencia, después, que recibía por parte de la hastiada Vanessa empezaron a sugerirle, de manera muy sutil y casi imperceptible (para él, obviamente), que sus métodos no estaban dando el resultado que esperaba. Luego de un primer alejamiento intentaron ser amigos de nuevo: después de todo, ya lo habían sido antes de todo este chongo. Pero el circo persecutorio empezó de nuevo. Esta vez, sin embargo, Vanessa actuó de manera más tajante. Así que, de ahí en adelante, de lejitos no más. ¿Quieres conversar? Háblame por el messenger. ¿Que te tengo bloqueado? No, cómo crees.

* * *

Afanar a veces te puede llevar a explorar (literalmente) territorios insospechados. Tal fue el caso de Diego cuando visitó la mítica tierra de Asia, reino de lujuriosa fantasía donde pululan hermosas mujeres que te envuelven con los perfumes exóticos de su piel bronceada por el sol del sur de Lima.

Diego y Kenny son amigos desde el colegio. Ahora no se ven mucho, pero mantienen todavía algo de contacto a través del messenger. De hecho, Kenny se la pasa todo el día metido en Internet, y, pensándolo bien, Diego también. No sorprende por tanto que los dos hayan convenido en ir un sábado de verano a Asia, sólo para variar.

La discoteca "Juanito" queda en el floreciente boulevard de Asia, en el kilómetro 97 y medio de la Panamericana Sur. Tan original como el nombre es la decoración del lugar: una malaspectosa fachada color verde agua, una puerta doble por la que entra la gente que paga entrada y otra no más grande que la de una casa cualquiera por donde pasan los caseritos, y, en estridentes luces rojas de neón, el apoteósico nombre del local.
- ¡Huevón, mira!
- ¡Qué rica, huevón!
- ¡Mira esa, huevón!
- ¡Qué rica, huevón!

Luego de un nutrido intercambio de impresiones acerca de las chicas que ingresaban a "Juanito", Diego y Kenny se aventuraron también a entrar. Formaron su cola -lección de vida aprendida por todo buen peruano que haya querido sobrevivir al gobierno aprista-, pagaron los diez soles correspondientes, fueron revisados de manera desganada por los agentes de seguridad de la entrada, y finalmente se infiltraron entre los blondos inquilinos de la discoteca. «Era como estar en otro mundo», me referiría luego Diego con la mirada perdida de aquel que conoció (o cree haber conocido) lo sublime.

En un principio, ambos se dedicaron solamente a beber algo de cerveza. Dos botellas después y con veinte soles menos en su bolsillo, Diego pensó que ya era momento de actuar.
- Manya esas flacas, hay que sacarlas a bailar, huevón, 'tan solas.
- No, huevón, mejor me quedo acá chupando no más.

Finalmente, la persistencia de Diego consiguió que su amigo se animara a acompañarlo en su cacería.

El disgusto que se puede mostrar hacia la carencia de belleza roza muchas veces con la crueldad. Una mujer que te barre con la mirada y te niega un simple baile un sábado por la noche, puede ser suficiente para sumirte en una vorágine etílica que te hará despertar, totalmente alcoholizado, la mañana siguiente, tumbado en una playa desierta y rodeado de gaviotas que con sus chillidos no parecen esta vez reírse tontamente del mundo sino solamente de tu resaca monumental.

Volviendo a Diego, éste deambulaba por la discoteca, ya sin su amigo, algún rato después. Había conocido hasta ese momento a dos chicas, pero «no hubo química», según me describió, esta vez con la mirada clavada en el suelo. Entonces vio a Adriana.

Cada cual tiene su forma particular para determinar hacia qué objetivo enfocar sus armas de seducción. Para Diego, el blanco ideal es fijado cuando existe un equilibrio entre el físico de una chica y la forma en que mueve lo que Diosito buenamente le dio. Adriana era la personificación de dicha armonía.

Diego no lo pensó dos, sino tres y hasta cuatro veces antes de acercarse a ella, una por cada amiga que la rodeaba. «Cuando las mujeres están bailando entre ellas son así: no te dan bola para no chotear a sus amigas», me refirió. En esta ocasión no fue así.
- ¿Cómo te llamas?
- Adriana, ¿y tú?
- Diego.

Buen comienzo. Clásico pero directo. Luego del obligado intercambio de edades y de una plática ligera sobre música, las cosas parecían ir bien para nuestro héroe en su aventura sureña.

El enamorar, así como la ética o el fútbol, es también producto -por lo menos en parte- de las circunstancias. No importa si eres un experto consagrado o un neófito afortunado, la suerte con la que se está llevando a cabo un afán siempre puede cambiar de un momento a otro por la fuerza de la eventualidad. Cuando el DJ de "Juanito" decidió -no importa si fue por azar o por mal gusto- cambiar la salsa que hasta entonces había estado sonando en la discoteca por perreo, la suerte de Diego dio un giro de 180 grados.

- ¡Uy! Eso no bailo. Me voy a descansar. Bailamos más tarde, pues.

Tan cursi como pueda sonar, lo único que obtuvo Diego de Adriana esa noche fue el recuerdo de su perfume. Ni siquiera los movimientos felinos de la chica de gorra Roxy rosada que bailó el perreo con él pudieron reanimarlo del desánimo de perder la oportunidad de seguir acercándose a la armoniosa Adriana, a quien no volvió a ver en toda la noche.

* * *

Colofón
Algunos años después de haberla conocido, Mayita se mudó del barrio. Las razones que tuvo su familia para dejar esta calle fueron, por lo menos para mí, desconocidas. Claro que siempre está la nunca bien tenida chismosa de barrio, la señora Lida en nuestro caso, encargada oficial de desinformar a sus vecinos sobre cualquier hecho notable de la cuadra. Mayita fue enamorada de Amador durante algunos meses. Luego terminaron. Luego Mayita estuvo con "Mapache", un pobre diablo que la había afanado durante años. Al parecer la táctica que resultó infructuosa con Vanessa resultó ser mucho más conveniente en este caso. Las habladurías de la señora Lida giran precisamente alrededor de este último romance.

Volviendo a Vanessa, ella estudia ahora en la UPC. La conocí hace algunos meses y nos hemos vuelto buenos amigos, a pesar de lo poco que nos vemos. No se me ha pasado por la cabeza afanarla, y, si así fuera, jamás recurro al acoso, así que puede sentirse a salvo de mí de cualquier modo. Sin embargo, ya otros acosadores rondan por su nuevo campus. Esta vez, para alivio suyo, no es ella quien se padece el papel de víctima, sino una de sus amigas.

Diego, por su lado, volvió a toparse con Adriana. Fue, sin embargo, más un encontronazo "cerebral" que uno plenamente físico, ya que su bulbo olfativo, uno de los más desarrollados del cerebro humano, fue el responsable del reencuentro. Diego es bajista en una banda de la que yo también formo parte, Bonzo. Fuimos finalistas en un concurso organizado en 2006 por una municipalidad limeña, y fui ahí justamente donde el sentido del olfato de Diego le advirtió que Adriana se encontraba en los alrededores, y el cursi recuerdo de su perfume ya no parecía ser tan inservible. Lástima para Diego que nuestro sentido de la vista sea tan pobre.

Narración de un suceso en dos párrafos

Pues sí, el chofer de la combi no supo pisar el freno ni cuando invadió de manera imprudente el carril contrario; menos aún cuando avizoró a escasos metros de él a un transeúnte que, como buen ciudadano, miraba sólo hacia el sentido de donde supuestamente deberían venir los autos de ese carril; ni siquiera cuando dicho peatón fue golpeado en la ceja por el espejo retrovisor de su vehículo. Fueron necesarios la luz roja del semáforo y la mujer policía (quien, a pesar de todo, nunca terminó de entender lo que pasaba) que afortunadamente se encontraban a menos de cincuenta metros del encontronazo.

Herido, y más sorprendido que preocupado, el transeúnte se levantó. Ninguna de las personas que caminaban por la avenida Venezuela, cerca del mediodía, se inmutó ni siquiera cuando lo vieron cojeando de su pierna izquierda y con su ceja abierta y sangrando profusamente. ¿Qué clase de humanidad vive en los corazones de la gente de esta Gran Ciudad? Un hombre lastimado no parece ser digno de la más escasa atención. A lo único que puede aspirar es a la impertinencia de un cobrador de combi, preocupado -hasta en este momento- más por su propia persona que por el hombre al que había atropellado.
- ¿Tas' bien, compare'?
- ¡Sí, huevón! ¡Todos los días me atropella una combi!

domingo, 2 de marzo de 2008

Et Luces tenebris est

Soy noventero. El título de este blog ya lo expone descaradamente. Soy un noventero acérrimo y recalcitrante, ¿y qué?: rompo la basta de mis pantalones como lo vengo haciendo desde hace casi 15 años y mi moda es no tener moda alguna.

Pero también soy músico y melómano. Fui testigo del apogeo del grunge y podré haber incursionado (y lo seguiré haciendo) en otros estilos musicales, pero mi corazoncito vivirá eternamente agradecido con Seattle porque su música fue mi primer amor. Soñé despierto mientras veía Woodstock '94 en MTV (cuando aún hacía honor al significado de sus siglas), a The Cranberries interpretando Dreams y la batalla de lodo desatada durante la presentación de Green Day. Honro diariamente, sin pompas pero con sinceridad, la muerte de Kurt Cobain y de Shannon Hoon con todo el respeto que se merecen al ser, respectivamente, el espíritu y la voz de toda una década y de toda (¡qué orgullo decirlo!) mi generación.



Creo en la música y en su poder de trascender épocas, de dejar huella y de influir en el espíritu y en la mente. Tete Montoliú dijo: "No hay buena o mala música, sino buenos o malos músicos" y esa máxima ha regido mi vida desde que la aprehendí. Sin embargo, es habitual que la falta de criterio sea el común denominador de aquellos que ostentan el poder y, para el caso específico del que trata este post, el poder mediático.

Así pues, El Comercio puede ser el Decano del periodismo nacional, el diario más extenso (de lejos) de todos los que se ofertan en nuestro territorio, el que trata más a fondo las noticias políticas, locales, nacionales e internacionales de todos los medios de prensa peruanos, pero su sección cultural, Luces, es muchas veces, por lo menos en lo que corresponde a crítica musical, un verdadero mamotreto enmarañado de prejuicios y continuas ofensas contra las décadas pasadas y el legado musical de todos los tiempos.

Empecemos, por ejemplo, por la metodología que los críticos de Luces utilizan para realizar su labor, la cual es simplemente carente de todo rigor: una hora antes del cierre de la edición, escuchan algunos segundos de dos o tres pistas elegidas al azar del disco de turno sobre el que les toque escribir y, basándose en la apreciación inevitablemente sesgada que se obtiene de un procedimiento tal, producen su respectiva nota. Al parecer, confían de una manera tan soberbia en ser depositarios un oído excelsamente privilegiado que ni siquiera se sienten en la necesidad de escuchar un tema entero (ni que decir más de uno) para tener y, sobre todo, ofrecer una apreciación sensata y respetuosa para con su público acerca de la banda que están reseñando*.

Vayamos ahora a un ejemplo más concreto: la, según los redactores culturales de El Comercio, mejor nueva banda de 2007, los Zapping. Esto es lo que dice Luces de esta banda:

«Cinco son suficientes
»¿Acaso es posible que el mejor disco de rock editado en el Perú durante el 2007 haya sido elaborado por un puñado de chicos que apenas alcanza la mayoría de edad y que, además, tiene nada más que cinco canciones? Pues sí. Créanlo. Los Zapping es la mejor nueva banda que ha aparecido en eras en la escena 'alternativa' nacional, y este breve pero ultracontundente EP los presenta en sociedad como algo parecido a los Arctic Monkeys peruanos: sus canciones son todas urgentes, incandescentes... Desde su insolente juventud, y, quizás sin proponérselo, ellos están marcando el derrotero de la generación última, como queriéndonos decir que ya estuvo bueno con los referentes de siempre, que es tiempo de abrazar un cambio. Este disco --lo digo en serio-- entusiasma. [RCA]»

No podría estar más en desacuerdo con esta reseña tan benevolente y franelera, como músico y espectador que soy, porque esto, amigo lector, son los Zapping:



¿Mejor nueva banda de 2007? Por favor. Un poco más y designan a Sonoradio como la mejor banda de 2006. ¿Qué, que Sonoradio lo fue?

Y, sin embargo, pareciera que los críticos musicales de El Comercio no se hubieran divorciado del todo de la tradición musical. Pero las apariencias engañan. Reseñaron, por lo menos sin renegar, el concierto que la banda Collective Soul ofreció el pasado 28 de febrero en Lima. No obstante, o nunca fueron al concierto o su altanero desdén por el legado musical que han significado más de 50 años de rock n' roll los ha llevado a desconocer eso que en el ámbito musical también existe y que suele llamarse "cultura general". Así pues, dicen que: «Posteriormente, sorprendieron al respetable al interpretar el tema "It's a Long Way to the Top (If You Wanna Rock 'n' Roll)", el mismo que cierra la película "Escuela de rock"». Nada menos cierto.



Es (sobre decir que obvio) que hay una gran diferencia entre Highway to Hell e It's a Long Way to the Top (If You Wanna Rock 'n' Roll). Pareciera más bien que los redactores que asistieron al concierto quisieron hacerse pasar por los profundos conocedores que distan eones de ser, para terminar inevitablemente haciendo el ridículo. Eso o nunca cubrieron la comisión que les correspondía y les pasaron mal el dato.

Por cierto (y como trivia de despedida), Collective Soul tampoco cerró su concierto con Shine, como se menciona en la mentada nota. El tema con el que se resolvió esa noche tan increíble se llama Goodnight Good Guy. Al menos acertaron con el álbum. Es como si una "bomba inteligente" norteamericana hubiera caído sobre un colegio irakí: al menos pueden decir que acertaron en la ciudad. Algo es algo, ¿o no?

No desdeñen la tradición, señores críticos musicales de El Comercio. Respeten al "respetable" y sépannos mucho más inteligentes y con mejores gustos que para considerar a unos niños que pareciera que estuvieran ensayando mientras que ofrecen sus conciertos como mejor banda del año que pasó o de cualquiera en que aún haya gente con la fuerza para corear a viva voz:

I'm on the highway to hell
Highway to hell!!!
I'm on the highway to hell
Highway to hell!!!


porque esa es, finalmente, la música que trascenderá, más allá de cualquier disforzado arrebato que un grupo de adolescentes pueda hacer en un escenario que les queda siempre demasiado grande y cuyo único "mérito" es tener billeteras muchísimo más amplias que su propio talento.



* Este dato fue obtenido de fuentes fidedignas dentro de las paredes del legendario local de Miró Quesada. Si no lo hacen con todos los discos, por lo menos proceden de esa manera con la mayoría, según mi fuente.

jueves, 14 de febrero de 2008

Falling in(to) love... inevitablemente

Encontrábame caminando, ya cercano el anochecer, por las antiguas callejuelas de Barranco, cuando divisé a lo lejos el mar, teñido con el color de la sangre. Dime cuenta entonces de que tiempo hacía que no extrañaba algo con la intensidad brutal de las violentas emociones de mi adolescencia. Supe así que esta tarde tenía la necesidad de sentirme nostálgico, por lo que encaminéme en dirección hacia el Astro Rey que, desfalleciente, fundíase en el mar, figura melancólica por antonomasia. Al llegar al malecón, encontréme con interminables parejas que besábanse, abrazábanse y jurábanse amor eterno, repitiéndose unos a otros (imaginábame) todos con las mismas palabras que su amor era único e inigualable: "te amo como nadie" fue dicho novescientas ochentaicinco mil novescientas veinte veces hoy, Día de San Valentín, en Lima.

Estando como estaba, solo, esta tarde, percatéme pues de que no tenía en ese preciso momento a nadie a mi lado a quien confesarle, con la singularidad y originalidad descrita líneas arriba, mi amor. Así, con mi afán nostálgico repotenciado por mi adhesión involuntariamente obligatoria a la soledad y por mi aversión a la cursilería, caminé hacia la orilla del acantilado, porque no hay nada que sazone mejor que el vértigo a la nostalgia producida por un atardecer barranquino de verano, por lo menos para mi gusto (y tíncame que también para el de los suicidas, lástima que ya no se les puede preguntar). Así, sin ganas -debo advertir-, de tomar "fatal decisión" alguna que adornara las páginas de algún diario wolfensoniano, recorrí el borde del precipicio, encontrando a mi paso más y más parejas enamoradas en desafiante actitud ante el peligro (para cualquiera que no haya aún dominado el arte de caminar, o que esté ebrio) del abismo que se cernía ante ellos, como diciendo "el amor lo vence todo".

Las melosas y cursis actitudes del amor en San Valentín acechábanme por un lado, del otro sólo tenía el abismo. Seguí caminando así entre ambas amenazas en busca de un pronto y feliz escape de esta pesadilla fresa que hacíaseme más peligrosa que cualquier monstruo newyorkino inoportuno o hitazo del verano.

* * *

Parecióme haber caminado por varias horas. Ya incluso podía avizorar una luna que, partida por la mitad, se elevaba en la oscura bóveda de la noche limeña. De la luz del día sólo quedaban ahora sus vestigios, pinceladas violetas y verdosas esparcidas caprichosamente en el cielo del verano limeño.

Digo, empero, parecióme, porque el ímpetu de mi huída me hacía percibir mi empresa mucho más grande y trascendente de lo que realmente era. Había caminado en realidad poco más de treinta minutos y eran restaurantes, boutiques y delicatessen miraflorinos los que rodeábanme ahora, pletóricos de parejas que gustaban de demostrar la abundancia de su amor recurriendo a la generosidad de sus bolsillos. Ramilletes de flores con copyright, cafés frapé y ensaladas César reemplazaban a los arrumacos y besuqueos del distrito que había dejado atrás, gestos estos de amor sanvalentinesco tan poco pretensiosos que ahora (casi, casi) se me hacían simpáticos y que por poco parecían comunistas al lado de los que avisoraba en este momento.

En los (cada vez más) lejanos años de mi adolescencia habría renegado con furiosa pasión de sendas expresiones amatorias, pero, como habráse dado cuenta, amigo lector, ya al morir este día y al principiar este texto era evidente la ausencia en mi ser de los arrebatos pueriles que convirtiéronme durante mis años mozos en una suerte de poeta cínico de inusitado e incomprendido sentido del humor. Era incapaz de sentir una nostalgia del tipo adolescente porque las hormonas habían ya aquietado su bullicioso repercutir en mi cutis y en mi emotividad. Por equivalentes razones, hace tiempo que había dejado de lado lucha antisistema alguna o cualquier otro proyecto anarco-punk-posero para prepararme a ser un miembro productivo de la PEA y aportar con mi granito de arena al PBI.

Así, pues, en San Valentín yo también fui invadido por el espíritu del amor que podría ser publicitado en Quality Products y compré mi respectiva rosita.

miércoles, 13 de febrero de 2008

BONZO en laTVaburre.com

Muchas gracias a Daniel García por incluirnos en su proyecto laTVaburre.com. Este es el reportaje realizado a mi banda Bonzo para la mentada página, muy recomendable ésta por cierto para quienes quieran saber algo más de lo que sucede en la movida local (y escapar de paso de nuestra paupérrima y aburrida propuesta mediática masiva).



sábado, 19 de enero de 2008

Más videos

Este mes es para este blog definitivamente audiovisual (a parte de ser inusitadamente actualizado). A continuación los dejo con un video de un concierto en Trujillo, realizado el pasado 4 de enero, en el que participé como músico invitado en la batería. Muchas gracias a Laguna Mental por la oportunidad de compartir escenario con ellos.



Lamento la baja calidad tanto del audio como del video, pero el material que pueden apreciar fue grabado con una cámara fotográfica digital y la iluminación del local era prácticamente nula, por lo que hice lo que pude con lo poco de que disponía. Nuevamente, espero que disfruten de este momento de encuentro musical y (sobretodo) de improvisación.

jueves, 17 de enero de 2008

Mi música

Como habrán podido notarlo, ahora este blog cuenta con un reproductor flash en la barra derecha. Tal vez ya lo hayan adivinado: se trata de algunos temas que he grabado, tanto con mis grupos NMJ y Bonzo (en la batería), como composiciones de mi "proyecto" personal, agrupadas bajo la titularidad de HMC (quienes me conozcan personalmente sabrán cuál es mi verdadero nombre). Espero que las disfruten. Poco a poco iré aumentando más temas para su "deleite". Muchas gracias por visitar mi blog, cuídense y manden fruta.


P.D.: Para detener la reproducción sólo tienen que darle clic al botón de pausa .

viernes, 11 de enero de 2008

1er Videoclip de BONZO

Éste es mi primer post de 2008 y asimismo el primer videoclip de mi banda Bonzo. Se trata de una canción acústica de poco más de un minuto, Flor, tema compuesto por José practicamente por encargo. La historia de Flor la sabe él mejor que nadie, y es a él a quien le corresponde contarla por su estatus protagónico en la misma. Mientras tanto, los dejo con el video, dirigido por un servidor y armado, cual zapatero remendón, con retazos del historial videográfico de Bonzo. Espero les guste.





Para quienes quieran entender la letra, aquí está:

Soy yo,
ya ves.
Mi primavera
sólo marchitó,
tu mar.
tu rostro quema
cuando hablo de dos
y es más,
te ríes de mi
inmensa devoción
a ti.
Me juzgas por regarte
Flor