domingo, 2 de marzo de 2008

Et Luces tenebris est

Soy noventero. El título de este blog ya lo expone descaradamente. Soy un noventero acérrimo y recalcitrante, ¿y qué?: rompo la basta de mis pantalones como lo vengo haciendo desde hace casi 15 años y mi moda es no tener moda alguna.

Pero también soy músico y melómano. Fui testigo del apogeo del grunge y podré haber incursionado (y lo seguiré haciendo) en otros estilos musicales, pero mi corazoncito vivirá eternamente agradecido con Seattle porque su música fue mi primer amor. Soñé despierto mientras veía Woodstock '94 en MTV (cuando aún hacía honor al significado de sus siglas), a The Cranberries interpretando Dreams y la batalla de lodo desatada durante la presentación de Green Day. Honro diariamente, sin pompas pero con sinceridad, la muerte de Kurt Cobain y de Shannon Hoon con todo el respeto que se merecen al ser, respectivamente, el espíritu y la voz de toda una década y de toda (¡qué orgullo decirlo!) mi generación.



Creo en la música y en su poder de trascender épocas, de dejar huella y de influir en el espíritu y en la mente. Tete Montoliú dijo: "No hay buena o mala música, sino buenos o malos músicos" y esa máxima ha regido mi vida desde que la aprehendí. Sin embargo, es habitual que la falta de criterio sea el común denominador de aquellos que ostentan el poder y, para el caso específico del que trata este post, el poder mediático.

Así pues, El Comercio puede ser el Decano del periodismo nacional, el diario más extenso (de lejos) de todos los que se ofertan en nuestro territorio, el que trata más a fondo las noticias políticas, locales, nacionales e internacionales de todos los medios de prensa peruanos, pero su sección cultural, Luces, es muchas veces, por lo menos en lo que corresponde a crítica musical, un verdadero mamotreto enmarañado de prejuicios y continuas ofensas contra las décadas pasadas y el legado musical de todos los tiempos.

Empecemos, por ejemplo, por la metodología que los críticos de Luces utilizan para realizar su labor, la cual es simplemente carente de todo rigor: una hora antes del cierre de la edición, escuchan algunos segundos de dos o tres pistas elegidas al azar del disco de turno sobre el que les toque escribir y, basándose en la apreciación inevitablemente sesgada que se obtiene de un procedimiento tal, producen su respectiva nota. Al parecer, confían de una manera tan soberbia en ser depositarios un oído excelsamente privilegiado que ni siquiera se sienten en la necesidad de escuchar un tema entero (ni que decir más de uno) para tener y, sobre todo, ofrecer una apreciación sensata y respetuosa para con su público acerca de la banda que están reseñando*.

Vayamos ahora a un ejemplo más concreto: la, según los redactores culturales de El Comercio, mejor nueva banda de 2007, los Zapping. Esto es lo que dice Luces de esta banda:

«Cinco son suficientes
»¿Acaso es posible que el mejor disco de rock editado en el Perú durante el 2007 haya sido elaborado por un puñado de chicos que apenas alcanza la mayoría de edad y que, además, tiene nada más que cinco canciones? Pues sí. Créanlo. Los Zapping es la mejor nueva banda que ha aparecido en eras en la escena 'alternativa' nacional, y este breve pero ultracontundente EP los presenta en sociedad como algo parecido a los Arctic Monkeys peruanos: sus canciones son todas urgentes, incandescentes... Desde su insolente juventud, y, quizás sin proponérselo, ellos están marcando el derrotero de la generación última, como queriéndonos decir que ya estuvo bueno con los referentes de siempre, que es tiempo de abrazar un cambio. Este disco --lo digo en serio-- entusiasma. [RCA]»

No podría estar más en desacuerdo con esta reseña tan benevolente y franelera, como músico y espectador que soy, porque esto, amigo lector, son los Zapping:



¿Mejor nueva banda de 2007? Por favor. Un poco más y designan a Sonoradio como la mejor banda de 2006. ¿Qué, que Sonoradio lo fue?

Y, sin embargo, pareciera que los críticos musicales de El Comercio no se hubieran divorciado del todo de la tradición musical. Pero las apariencias engañan. Reseñaron, por lo menos sin renegar, el concierto que la banda Collective Soul ofreció el pasado 28 de febrero en Lima. No obstante, o nunca fueron al concierto o su altanero desdén por el legado musical que han significado más de 50 años de rock n' roll los ha llevado a desconocer eso que en el ámbito musical también existe y que suele llamarse "cultura general". Así pues, dicen que: «Posteriormente, sorprendieron al respetable al interpretar el tema "It's a Long Way to the Top (If You Wanna Rock 'n' Roll)", el mismo que cierra la película "Escuela de rock"». Nada menos cierto.



Es (sobre decir que obvio) que hay una gran diferencia entre Highway to Hell e It's a Long Way to the Top (If You Wanna Rock 'n' Roll). Pareciera más bien que los redactores que asistieron al concierto quisieron hacerse pasar por los profundos conocedores que distan eones de ser, para terminar inevitablemente haciendo el ridículo. Eso o nunca cubrieron la comisión que les correspondía y les pasaron mal el dato.

Por cierto (y como trivia de despedida), Collective Soul tampoco cerró su concierto con Shine, como se menciona en la mentada nota. El tema con el que se resolvió esa noche tan increíble se llama Goodnight Good Guy. Al menos acertaron con el álbum. Es como si una "bomba inteligente" norteamericana hubiera caído sobre un colegio irakí: al menos pueden decir que acertaron en la ciudad. Algo es algo, ¿o no?

No desdeñen la tradición, señores críticos musicales de El Comercio. Respeten al "respetable" y sépannos mucho más inteligentes y con mejores gustos que para considerar a unos niños que pareciera que estuvieran ensayando mientras que ofrecen sus conciertos como mejor banda del año que pasó o de cualquiera en que aún haya gente con la fuerza para corear a viva voz:

I'm on the highway to hell
Highway to hell!!!
I'm on the highway to hell
Highway to hell!!!


porque esa es, finalmente, la música que trascenderá, más allá de cualquier disforzado arrebato que un grupo de adolescentes pueda hacer en un escenario que les queda siempre demasiado grande y cuyo único "mérito" es tener billeteras muchísimo más amplias que su propio talento.



* Este dato fue obtenido de fuentes fidedignas dentro de las paredes del legendario local de Miró Quesada. Si no lo hacen con todos los discos, por lo menos proceden de esa manera con la mayoría, según mi fuente.

1 comentario:

César Santivañez dijo...

Los críticos del Comercio tienen la clásica pose de "si no suena raro, entonces no es suficiente para mis oídos". Los críticos ya no reaccionan como antes a un buen riff de guitarra, o a un grito bien dado. Ahora sólo se sorprenden cuando escuchan una banda de cumbia-metal, electro-salsa, o guaracha-chill out. Y es que ya se perdió el gusto por las buenas melodías. Y seguiremos así, mientras la gente siga pensando que "mientras escuches cosas más raras, tienes más inteligencia musical".