Después de 2 meses, decidí que era tiempo de volver a estudiar Francés. Luego de que en julio se cancelara mi clase por falta de alumnos (si mis cálculos son correctos, yo fui el único que se matriculó); tras no encontrar un horario adecuado en agosto al cual pudiera asistir luego del trabajo y sin interrumpir mis ensayos con Bonzo y Mecánica del Caos; después de que hace poco más de una semana ingresara a una nueva chamba en la cual tengo horario fijo de salida en teoría, mas no en la práctica, y, finalmente, debido a que sólo podía dejar de estudiar dos meses si es que no quería volver a empezar desde primer ciclo, me di cuenta de que a partir de este mes debería empezar a asistir a la Alianza Francesa los días sábado.
Antes de continuar, debo avisarles que esta historia no es graciosa ni alucinante ni triste ni creo que posea alguna otra característica que la pueda convertir en una narración trascendente, nobélica o relevante, ni mucho menos. Sólo la cuento porque me dieron ganas de hacerlo. A lo mucho, podrán aprender cómo aprovechar mejor su tiempo cuando realicen un pago en el banco. En fin, a lo que iba.
Como ya había pagado el ciclo regular de julio (el que me cancelaron) y los cursos sabatinos cuestan alrededor de 100 soles más (porque el ciclo dura dos meses en vez de uno), antes de poder matricularme en mi nuevo horario debía abonar la diferencia en el banco. Hoy martes se cumplía el plazo para la inscripción, así que, después de almorzar, me acerqué a las oficinas de Scotiabank. Uno de sus locales, para mi buena suerte, queda en el mismo complejo donde está mi chamba.
Entré al banco alrededor de la 1:25 p.m. Como no tengo cuenta con ellos, obtuve en la maquinita un ticket "sin tarjeta" y se me fue otorgado el turno B139. En la pantalla decía que estaban atendiendo al B109. «No es mucho», pensé, «sólo faltan 30 "sin tarjeta" más antes de que me toque». Claro que había sacado mi cuenta pensando en que por persona se demorarían entre 1 y 2 minutos. De verdad, me cuesta entender por qué la gente se demora más que ese lapso para realizar pagos o retiros, a menos claro que a alguien se le ocurra cancelar sus deudas "en centavitos", como lo hacía, si mal no recuerdo, la Abuelita.
Avisté un asiento libre y, sin darme cuenta, me quedé dormido escuchando música (sorry por el cherry, pero el que no llora, no mama). Me desperté a la 1:50 p.m. y estaban atendiendo al B110. La razón del ridículo avance del turno de los desafortunados "sin tarjeta" radicaba, entre otras cosas, en que aquellos que tienen cuenta en Scotiabank (cuyos turnos estaban identificados en la pantalla con los códigos C y V acompañados por un número) tenían privilegios de atención prioritaria que se desprendían de su estatus de clientes del banco.
Indignado y furibundo, procedí a retirarme imperiosamente del banco y me dirigí diligentemente a mi flamante centro de labores para huevear de lo lindo en Internet mientras hacía tiempo, estando aún dentro de mi período de almuerzo (el cual dura de 1 a 3 p.m) y teniendo, por tanto, aún poco más de una hora para pagar. Así pues, me senté frente a mi computadora y hablé por Msn, miré un par de videos en MalGusto y vi otros tantos y etiqueté un par de fotos en Facebook, entre otras cosas. Luego de desperdiciar otros cuarenta minutos de mi vida, volví al banco.
Llegué a las 2:35 p.m. y en la pantalla se mostraba que estaban atendiendo al "sin tarjeta" B144. Sí, había perdido mi turno. Pero no, no desespereis, fanáticos y fieles lectores de Naoto Tamura, pues, antes de retirarme la vez anterior, había tomado la previsión de sacar otro ticket "sin tarjeta", el B147.
Así pues, alrededor de las 2:55 p.m., fui atendido. Pagué las casi 100 lucas y salí del banco a las 2:56 p.m. Fin.
martes, 2 de setiembre de 2008
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