lunes, 24 de marzo de 2008

FESTIVAL JAZZ PERÚ 2008
Colofón

El músico, actor e historiador del cajón peruano, Rafael Santa Cruz, comenta sobre su participación en el Festival de Jazz Perú 2008 con su espectáculo Tiempos de cajón. El maestro está organizando el 1er Festival del Cajón peruano, del 5 al 9 de abril en el Centro Cultural de España. Pueden obtener más información sobre este último evento en la página del Cajón peruano.



Los músicos del espectáculo "Tiempos de Cajón" son:
- Cajón: Rafael Santa Cruz y Eduardo Balcázar
- Cajón, Checo y Tormento: Mangué Vásquez
- Guitarra: Ernesto Hermoza
- Contrabajo: Joscha Oetz
- Danza, zapateo y percusiones: Pier P. Vásquez y Toño Vilchez

jueves, 20 de marzo de 2008

FESTIVAL JAZZ PERÚ 2008
3ra parte

Mabela Martínez comenta sobre el Festival Jazz Perú 2008. Para qué decir más. ¡Ave, Mabela!


FESTIVAL JAZZ PERÚ 2008
2da parte

Eva Ayllón es una de las principales difusoras de la música peruana en el extranjero y figura reconocida internacionalmente. Este año, ella participa en la 8va edición del Festival Jazz Perú. El día sábado 22 de marzo a las 8:30 realizará su presentación en el Auditorio de la Biblioteca Nacional del Perú, acompañada por músicos peruanos, sudafricanos y norteamericanos. Como parte del voluntariado que realizo este año tuve el privilegio de estar presente durante sus ensayos y es realmente un espectáculo que no puede perderse. Aquí los dejo con un pequeño reportaje que realicé a propósito del Festival.


miércoles, 19 de marzo de 2008

FESTIVAL JAZZ PERÚ 2008
Del 19 al 23 de marzo en la Biblioteca Nacional del Perú (sede San Borja) y en el Jazz Zone

Hoy 19 de marzo empieza el 8vo Festival Jazz Perú 2008, que se realizará este año en dos locaciones: durante la mañana y la tarde en la nueva sede de la Biblioteca Nacional del Perú (av. de la Poesia 160, San Borja) y durante la noche en el Jazz Zone (av. La Paz 646, psj. El Suche, Miraflores). Para ver la programación, pueden darle clic aquí.

En este caso en particular, este cherry no se debe puramente a mi gusto por el jazz, sino a que este año he tenido la oportunidad de colaborar como voluntario del Festival y ver cómo son las cosas desde adentro (una tragicomedia, como suele ser organizar actividades culturales en nuestro país).

Con el correr de los días colgaré algunos videos para que tengan una idea de lo que fue este encuentro de más de 86 artistas extranjeros, sin contar el aporte inigualable de nuestros músicos de bandera: Eva Ayllón, Gabriel Alegría, Hugo Alcázar, Rafael Santa Cruz, entre otros.

Para finalizar, debo decir que el plus de este festival serán la presentación de jazz afro peruano a cargo de Eva Ayllón, el día sábado en el auditorio de la BNP, y el concierto de cierre, el domingo, a cargo de Frágil, la más legendaria banda peruana de rock progresivo, acompañados por la Orquesta Sinfónica Jazz Perú.

Imperdible.

viernes, 14 de marzo de 2008

Tecnología


La compañía en la que trabaja mi papá ha adquirido varios celulares Motorola MotoMing A1200e para el uso de sus empleados más importantes, entre los cuales (y de eso me siento muy orgulloso) se encuentra mi padre. Anoche trajo el mentado celular a casa y entre los dos intentamos descifrar cómo funcionaba.

No soy un tecnófilo pero al menos intento mantenerme al tanto de los avances de la ciencia en los ámbitos que son de mi interés. Al tener el dichoso celular entre mis manos, sin embargo, me sentí mucho más desfasado que de costumbre, ya que aquel sólo tenía tres botones y jamás en mi vida había visto un móvil sin teclado.

Deduje, pues, que se trataba de un celular con touchscreen. Un flashback inmediato me abofeteó y fui transportado hasta 1994, cuando mi papá compró nuestra primera computadora, una IBM PS/1 con sistema operativo Windows 3.11. En la tienda donde compramos nuestro equipo (en esa época en Wilson no se hacían las maravillas de hoy en día, o por lo menos nosotros no estábamos al tanto), había otro que tenía la dichosa pantalla táctil. Recuerdo que quedé fascinado por las infinitas posibilidades (me parecía) de tener un dispositivo tal, más allá de los alcances reales que ofrecía un touchscreen en 1994, y que en esa época (hasta donde alcanzaba mi conocimiento entonces) no iban más allá de ser un elemento netamente suntuario.

El caso del flamante celular de mi papá era, sin embargo, muy diferente. El hecho de trabajar directamente en la pantalla es la esencia misma del aparato y quizá una de las razones principal es de que una emocionada reviewer de Internet lo haya calificado como "el mejor celular que jamás habrás de comprar".

El MotoMing tenía y lo hacía casi todo: celular tribanda, con agenda electrónica, conexión directa a la PC, acceso a Internet, capacidad de tomar fotos y videos con una resolución de hasta 2 Megapíxeles, radio FM, mp3, calculadora, alarma, juegos y una serie de adendas que me dejaron sinceramente impresionado.

Mi impresión devino luego en sobrecogimiento, puesto que el tener esta maravilla tecnológica entre mis manos me hizo caer en cuenta del largo camino que había recorrido el hombre, desde que hace 2 millones y medio de años (por lo menos) nuestros ancestros fabricaron las primeras herramientas de la historia. «Y pensar que empezamos con una piedra», recuerdo haberle dicho a mi padre. Recorrí mentalmente millones de años de evolución biológica y tecnológica de nuestra especie, mientras que las imágenes que se sucedían vertiginosamente en mi cabeza eran acompañadas por la melodía de Also Sprach Zarathustra, el tema insignia de 2001: Odisea en el espacio.

Luego, sin embargo, descubrimos que la compañía de mi papá todavía no había activado el dichoso aparatito y que por ende éste no podía hacer ni recibir llamadas. No pude evitar reírme en la cara de mi padre (sin mala intención, por supuesto -o no demasiada, por lo menos) y le dije que, por lo menos esa noche, yo me quedaba con el adefesio que tengo como celular porque éste no sería capaz de solucionar una ecuación cuántica ni transformarse en auto deportivo, pero al menos podía hacer aquello para lo que fueron inventados los teléfonos móviles: comunicarse.

lunes, 10 de marzo de 2008

AFANOSOS AFANADORES
Breve reseña sobre el arte de enamorar de los casi extintos clasemedieros

Hoy en día restan ya pocos especímenes de la alguna vez prolífera Clase Media. Entre las posibles causas de su extinción figura un nefasto vector conocido bajo el nombre común de Gobierno aprista, el cual arrasó de manera feroz con su población durante la década del '80. Poseedores de una rica cultura, los últimos Clasemedieros que sobreviven lo hacen agazapados entre las ruinas económicas de un hermoso pero contradictorio país llamado Perú. Algunas de las manifestaciones de su estilo de vida han sobrevivido hasta ahora gracias a la transmisión oral de las mismas, pero también a través de su asimilación en las costumbres propias de las generaciones que les sucedieron en el predominio demográfico de su nación. Los rituales de apareamiento de los Clasemedieros más jóvenes, complejos y diversos, son recogidos de manera parcial en el texto siguiente, redactado por un cronista de la época.

He de admitirlo: yo de chibolo era lorna. Afortunadamente, la palabra "tímido" me sirvió siempre de feliz refugio para ocultar mi verdadera naturaleza pueril. En este trance que para todos es el paso de niño a hombre, la inherente actitud contemplativa de mi timidez me permitió apreciar con detenimiento las formas en que hombres y mujeres empiezan a entablar relaciones, en esa aventura que siempre es el enamorarse o, mejor dicho, el enamorar a alguien, esto es, lo que comúnmente llamamos el "afán".

Y ya que este relato ha empezado en plan confesional, revelaré que, además de lorna, yo era gordo. Si bien no alcancé jamás dimensiones apocalípticas, creo que ese trauma me ha perseguido hasta el día de hoy. Quizá por eso salgo a correr cada noche que puedo, azuzado en mi trote por el recuerdo de mi rolliza infancia. Cierta ocasión en que, por puro capricho, me desvié de mi recorrido habitual, me topé con una chica alrededor de los 15 años apoyada en la puerta de su casa, rodeada por cuatro imberbes coetáneos que tentaban sus pininos en el arte del afán. Desde mis tiempos las cosas no parecen haber cambiado mucho.

Por lo general, los primeros afanes son así, de a cuatro, en mancha, en una táctica que podría ser descrita como un torpe ataque en jauría. La víctima de turno en mi barrio fue Mayita, una bonita niña que tendría entre trece y quince años a mediados de la década pasada. Ella no formó nunca parte de nuestra manchita, que en sus mejores épocas estuvo conformada por cerca de diez hombres -de los cuales Amador, Alfonso, Carlos y yo éramos los mayores- y por una cantidad similar de chicas que por alguna extraña (o estética) razón no fueron blanco de nuestras púberes fantasías románticas. Por esos años teníamos la costumbre de salir a pasear en bicicleta en las noches de verano. En ocasiones llegábamos a ser hasta veinte ciclistas, y nos convertíamos en una suerte de banda de inocentes no motorizados. Con el país atravesado por una grave crisis democrática y de seguridad nacional, para nuestra desentendida mancha de barrio eran, sin embargo, buenas épocas.

Mentiría si dijera que recuerdo la primera vez que la vimos. Lo más probable es que haya sido en una de nuestras correrías nocturnas en bicicleta, cuando ella caminaba rumbo a su casa regresando de la tienda, o tal vez mientras conversaba en su puerta con alguno de sus amigos. De algún modo nos las ingeniamos para entrar en contacto con Mayita, y ahí estábamos, dos días después de haberla conocido, Amador, Alfonso, Carlos y yo, acompañados de un séquito conformado por nuestros "aprendices" (los menores del grupo), afanándola en mancha.

Quizá el sentido de esta táctica sea, como sucede con los lobos, rodear a la presa por todos sus flancos. La cosa debe ir también por descubrir por qué lado flaquea el objetivo, además de ser una manera probabilísticamente acertada de asegurarse el estar entre los posibles candidatos a ser el próximo enamorado de la desafortunada elegida. Y, finalmente, está el hecho de que ningún chibolo se va a atrever, él solo, a ir a tocarle la puerta a una chica.

Cuatro pretendientes deben abrumar a cualquier adolescente, mucho peor si la tienen arrinconada contra una puerta, ejecutando gracias y gastando bromas (muchas veces a expensas de sus cómplices de afán más tímidos), vistiéndose recontra tiza y fashion, luciendo sus lindas caritas o los infantiles músculos que empiezan a esbozar tras sus jornadas deportivas en el colegio, todo para ser, finalmente, el que más la hace reír, el que le parece más guapo, el bacancito del grupo, el Elegido, y, sanseacabó, el ganador de esta competencia.

Bien podría aplicarse en este caso aquel dicho, muy peruano por cierto, que reza "el que puede, puede, y el que no, aplaude". Y los tímidos sabemos aplaudir muy bien.

* * *

Con el pasar de los años, afortunadamente, también se les abren las puertas del amor a los menos aventados y avezados. Tímidos, gordos, flacos, altos, chatos, descubren que ellos también son capaces de enamorar y que, lejos del anonimato al que se vieron ceñidos dentro del colectivo de la manchita afanadora, sus propias personalidades les permiten explorar otras formas de enamoramiento mucho más heterogéneas, ciertamente que unas más efectivas que otras. Algunos casos, como el de los acosadores, merecen mención a parte.

Vanessa era catequista en la parroquia de su barrio. Jorge asistía al mismo grupo parroquial y fue precisamente ahí donde ambos se conocieron. Después de unos meses de frecuentarse, y -según ella- sin razón aparente, el muchacho empezó a manifestar hacia su, strictu sensu, correligionaria lo que después se revelaría como una irrefrenable atracción casi fatal, o por lo menos bastante insoportable para la infortunada protagonista de esta historia.
- Pucha, Vanessa, es que tú me gustas.
- Pero si yo nunca te di alas -frase que siempre es capaz de deslindar responsabilidades de una forma tan evasivamente oportuna.- Tú sabes que yo te quiero como amigo no más.
- Sí sé, pero, pucha, tú me gustas, y no voy a cansarme de insistirte hasta que estés conmigo.

La vida para Vanessa desde entonces no volvería a ser la misma. Jorge parecía tener el don divino de la ubicuidad pero de la caricaturesca manera en que lo esgrime Droopy. Aparecía, como era de esperarse, en el grupo parroquial, pero además de eso empezó a buscarla en su casa, siempre existía la amenaza de que saliera a su encuentro detrás de cada esquina, le pedía acompañarla a todos lados, entró al mismo grupo de estudios que ella y, finalmente, coronó el helado del acoso con la cereza de postular e ingresar, al igual que Vanessa, a la Católica.

No es un secreto que cuando uno se incorpora a la universidad se pasan más horas de vigilia en ésta que en cualquier otro lado. Nefasta realidad para mi amiga, quien vio reducirse dramáticamente el ámbito geográfico del acoso del que era víctima a las 4000 hectáreas del campus, cuando ya desde antes toda una ciudad le resultaba insuficiente para una evasión efectiva de su tormentoso afanador. A pesar de que ambos llevaban cursos en espacios diametralmente opuestos dentro de la universidad (la una en Ciencias, el otro en Letras), Jorge se las ingeniaba para averiguar los horarios de Vanessa y la buscaba a la salida de sus clases. La idea de verlo "hasta en la sopa" cobró una irónica y metafórica perspectiva para ella cuando su perseguidor empezó a buscarla también en la cafetería mientras ella almorzaba, sin importarle que estuviera rodeada de sus amigos. Ni siquiera el amparo divino era capaz de mantener alejado al acosador, puesto que cierta vez Vanessa se vio obligada a "hacerle el pare" frente a sus confirmandos (en ese momento ella había pasado a ser catequista de su parroquia).

No sé hasta qué punto sea efectiva esta técnica de afán. Quizá lo que se espera es colmar la paciencia de la persona asediada hasta que finalmente sucumba porque el nivel de saturación (entiéndase: "ver al acosador hasta en la sopa") la lleve finalmente al atolondramiento, y esto a la larga llegue a nublar el buen discernimiento. La máxima de los que proceden de este modo para enamorar debe ser "el que persevera, alcanza", pero de una manera enfermiza y casi psicopática. Al parecer, toman la expresión "afanar" de manera demasiado literal.

Finalmente, Jorge cedió. El mal trato, primero, y la indiferencia, después, que recibía por parte de la hastiada Vanessa empezaron a sugerirle, de manera muy sutil y casi imperceptible (para él, obviamente), que sus métodos no estaban dando el resultado que esperaba. Luego de un primer alejamiento intentaron ser amigos de nuevo: después de todo, ya lo habían sido antes de todo este chongo. Pero el circo persecutorio empezó de nuevo. Esta vez, sin embargo, Vanessa actuó de manera más tajante. Así que, de ahí en adelante, de lejitos no más. ¿Quieres conversar? Háblame por el messenger. ¿Que te tengo bloqueado? No, cómo crees.

* * *

Afanar a veces te puede llevar a explorar (literalmente) territorios insospechados. Tal fue el caso de Diego cuando visitó la mítica tierra de Asia, reino de lujuriosa fantasía donde pululan hermosas mujeres que te envuelven con los perfumes exóticos de su piel bronceada por el sol del sur de Lima.

Diego y Kenny son amigos desde el colegio. Ahora no se ven mucho, pero mantienen todavía algo de contacto a través del messenger. De hecho, Kenny se la pasa todo el día metido en Internet, y, pensándolo bien, Diego también. No sorprende por tanto que los dos hayan convenido en ir un sábado de verano a Asia, sólo para variar.

La discoteca "Juanito" queda en el floreciente boulevard de Asia, en el kilómetro 97 y medio de la Panamericana Sur. Tan original como el nombre es la decoración del lugar: una malaspectosa fachada color verde agua, una puerta doble por la que entra la gente que paga entrada y otra no más grande que la de una casa cualquiera por donde pasan los caseritos, y, en estridentes luces rojas de neón, el apoteósico nombre del local.
- ¡Huevón, mira!
- ¡Qué rica, huevón!
- ¡Mira esa, huevón!
- ¡Qué rica, huevón!

Luego de un nutrido intercambio de impresiones acerca de las chicas que ingresaban a "Juanito", Diego y Kenny se aventuraron también a entrar. Formaron su cola -lección de vida aprendida por todo buen peruano que haya querido sobrevivir al gobierno aprista-, pagaron los diez soles correspondientes, fueron revisados de manera desganada por los agentes de seguridad de la entrada, y finalmente se infiltraron entre los blondos inquilinos de la discoteca. «Era como estar en otro mundo», me referiría luego Diego con la mirada perdida de aquel que conoció (o cree haber conocido) lo sublime.

En un principio, ambos se dedicaron solamente a beber algo de cerveza. Dos botellas después y con veinte soles menos en su bolsillo, Diego pensó que ya era momento de actuar.
- Manya esas flacas, hay que sacarlas a bailar, huevón, 'tan solas.
- No, huevón, mejor me quedo acá chupando no más.

Finalmente, la persistencia de Diego consiguió que su amigo se animara a acompañarlo en su cacería.

El disgusto que se puede mostrar hacia la carencia de belleza roza muchas veces con la crueldad. Una mujer que te barre con la mirada y te niega un simple baile un sábado por la noche, puede ser suficiente para sumirte en una vorágine etílica que te hará despertar, totalmente alcoholizado, la mañana siguiente, tumbado en una playa desierta y rodeado de gaviotas que con sus chillidos no parecen esta vez reírse tontamente del mundo sino solamente de tu resaca monumental.

Volviendo a Diego, éste deambulaba por la discoteca, ya sin su amigo, algún rato después. Había conocido hasta ese momento a dos chicas, pero «no hubo química», según me describió, esta vez con la mirada clavada en el suelo. Entonces vio a Adriana.

Cada cual tiene su forma particular para determinar hacia qué objetivo enfocar sus armas de seducción. Para Diego, el blanco ideal es fijado cuando existe un equilibrio entre el físico de una chica y la forma en que mueve lo que Diosito buenamente le dio. Adriana era la personificación de dicha armonía.

Diego no lo pensó dos, sino tres y hasta cuatro veces antes de acercarse a ella, una por cada amiga que la rodeaba. «Cuando las mujeres están bailando entre ellas son así: no te dan bola para no chotear a sus amigas», me refirió. En esta ocasión no fue así.
- ¿Cómo te llamas?
- Adriana, ¿y tú?
- Diego.

Buen comienzo. Clásico pero directo. Luego del obligado intercambio de edades y de una plática ligera sobre música, las cosas parecían ir bien para nuestro héroe en su aventura sureña.

El enamorar, así como la ética o el fútbol, es también producto -por lo menos en parte- de las circunstancias. No importa si eres un experto consagrado o un neófito afortunado, la suerte con la que se está llevando a cabo un afán siempre puede cambiar de un momento a otro por la fuerza de la eventualidad. Cuando el DJ de "Juanito" decidió -no importa si fue por azar o por mal gusto- cambiar la salsa que hasta entonces había estado sonando en la discoteca por perreo, la suerte de Diego dio un giro de 180 grados.

- ¡Uy! Eso no bailo. Me voy a descansar. Bailamos más tarde, pues.

Tan cursi como pueda sonar, lo único que obtuvo Diego de Adriana esa noche fue el recuerdo de su perfume. Ni siquiera los movimientos felinos de la chica de gorra Roxy rosada que bailó el perreo con él pudieron reanimarlo del desánimo de perder la oportunidad de seguir acercándose a la armoniosa Adriana, a quien no volvió a ver en toda la noche.

* * *

Colofón
Algunos años después de haberla conocido, Mayita se mudó del barrio. Las razones que tuvo su familia para dejar esta calle fueron, por lo menos para mí, desconocidas. Claro que siempre está la nunca bien tenida chismosa de barrio, la señora Lida en nuestro caso, encargada oficial de desinformar a sus vecinos sobre cualquier hecho notable de la cuadra. Mayita fue enamorada de Amador durante algunos meses. Luego terminaron. Luego Mayita estuvo con "Mapache", un pobre diablo que la había afanado durante años. Al parecer la táctica que resultó infructuosa con Vanessa resultó ser mucho más conveniente en este caso. Las habladurías de la señora Lida giran precisamente alrededor de este último romance.

Volviendo a Vanessa, ella estudia ahora en la UPC. La conocí hace algunos meses y nos hemos vuelto buenos amigos, a pesar de lo poco que nos vemos. No se me ha pasado por la cabeza afanarla, y, si así fuera, jamás recurro al acoso, así que puede sentirse a salvo de mí de cualquier modo. Sin embargo, ya otros acosadores rondan por su nuevo campus. Esta vez, para alivio suyo, no es ella quien se padece el papel de víctima, sino una de sus amigas.

Diego, por su lado, volvió a toparse con Adriana. Fue, sin embargo, más un encontronazo "cerebral" que uno plenamente físico, ya que su bulbo olfativo, uno de los más desarrollados del cerebro humano, fue el responsable del reencuentro. Diego es bajista en una banda de la que yo también formo parte, Bonzo. Fuimos finalistas en un concurso organizado en 2006 por una municipalidad limeña, y fui ahí justamente donde el sentido del olfato de Diego le advirtió que Adriana se encontraba en los alrededores, y el cursi recuerdo de su perfume ya no parecía ser tan inservible. Lástima para Diego que nuestro sentido de la vista sea tan pobre.

Narración de un suceso en dos párrafos

Pues sí, el chofer de la combi no supo pisar el freno ni cuando invadió de manera imprudente el carril contrario; menos aún cuando avizoró a escasos metros de él a un transeúnte que, como buen ciudadano, miraba sólo hacia el sentido de donde supuestamente deberían venir los autos de ese carril; ni siquiera cuando dicho peatón fue golpeado en la ceja por el espejo retrovisor de su vehículo. Fueron necesarios la luz roja del semáforo y la mujer policía (quien, a pesar de todo, nunca terminó de entender lo que pasaba) que afortunadamente se encontraban a menos de cincuenta metros del encontronazo.

Herido, y más sorprendido que preocupado, el transeúnte se levantó. Ninguna de las personas que caminaban por la avenida Venezuela, cerca del mediodía, se inmutó ni siquiera cuando lo vieron cojeando de su pierna izquierda y con su ceja abierta y sangrando profusamente. ¿Qué clase de humanidad vive en los corazones de la gente de esta Gran Ciudad? Un hombre lastimado no parece ser digno de la más escasa atención. A lo único que puede aspirar es a la impertinencia de un cobrador de combi, preocupado -hasta en este momento- más por su propia persona que por el hombre al que había atropellado.
- ¿Tas' bien, compare'?
- ¡Sí, huevón! ¡Todos los días me atropella una combi!

domingo, 2 de marzo de 2008

Et Luces tenebris est

Soy noventero. El título de este blog ya lo expone descaradamente. Soy un noventero acérrimo y recalcitrante, ¿y qué?: rompo la basta de mis pantalones como lo vengo haciendo desde hace casi 15 años y mi moda es no tener moda alguna.

Pero también soy músico y melómano. Fui testigo del apogeo del grunge y podré haber incursionado (y lo seguiré haciendo) en otros estilos musicales, pero mi corazoncito vivirá eternamente agradecido con Seattle porque su música fue mi primer amor. Soñé despierto mientras veía Woodstock '94 en MTV (cuando aún hacía honor al significado de sus siglas), a The Cranberries interpretando Dreams y la batalla de lodo desatada durante la presentación de Green Day. Honro diariamente, sin pompas pero con sinceridad, la muerte de Kurt Cobain y de Shannon Hoon con todo el respeto que se merecen al ser, respectivamente, el espíritu y la voz de toda una década y de toda (¡qué orgullo decirlo!) mi generación.



Creo en la música y en su poder de trascender épocas, de dejar huella y de influir en el espíritu y en la mente. Tete Montoliú dijo: "No hay buena o mala música, sino buenos o malos músicos" y esa máxima ha regido mi vida desde que la aprehendí. Sin embargo, es habitual que la falta de criterio sea el común denominador de aquellos que ostentan el poder y, para el caso específico del que trata este post, el poder mediático.

Así pues, El Comercio puede ser el Decano del periodismo nacional, el diario más extenso (de lejos) de todos los que se ofertan en nuestro territorio, el que trata más a fondo las noticias políticas, locales, nacionales e internacionales de todos los medios de prensa peruanos, pero su sección cultural, Luces, es muchas veces, por lo menos en lo que corresponde a crítica musical, un verdadero mamotreto enmarañado de prejuicios y continuas ofensas contra las décadas pasadas y el legado musical de todos los tiempos.

Empecemos, por ejemplo, por la metodología que los críticos de Luces utilizan para realizar su labor, la cual es simplemente carente de todo rigor: una hora antes del cierre de la edición, escuchan algunos segundos de dos o tres pistas elegidas al azar del disco de turno sobre el que les toque escribir y, basándose en la apreciación inevitablemente sesgada que se obtiene de un procedimiento tal, producen su respectiva nota. Al parecer, confían de una manera tan soberbia en ser depositarios un oído excelsamente privilegiado que ni siquiera se sienten en la necesidad de escuchar un tema entero (ni que decir más de uno) para tener y, sobre todo, ofrecer una apreciación sensata y respetuosa para con su público acerca de la banda que están reseñando*.

Vayamos ahora a un ejemplo más concreto: la, según los redactores culturales de El Comercio, mejor nueva banda de 2007, los Zapping. Esto es lo que dice Luces de esta banda:

«Cinco son suficientes
»¿Acaso es posible que el mejor disco de rock editado en el Perú durante el 2007 haya sido elaborado por un puñado de chicos que apenas alcanza la mayoría de edad y que, además, tiene nada más que cinco canciones? Pues sí. Créanlo. Los Zapping es la mejor nueva banda que ha aparecido en eras en la escena 'alternativa' nacional, y este breve pero ultracontundente EP los presenta en sociedad como algo parecido a los Arctic Monkeys peruanos: sus canciones son todas urgentes, incandescentes... Desde su insolente juventud, y, quizás sin proponérselo, ellos están marcando el derrotero de la generación última, como queriéndonos decir que ya estuvo bueno con los referentes de siempre, que es tiempo de abrazar un cambio. Este disco --lo digo en serio-- entusiasma. [RCA]»

No podría estar más en desacuerdo con esta reseña tan benevolente y franelera, como músico y espectador que soy, porque esto, amigo lector, son los Zapping:



¿Mejor nueva banda de 2007? Por favor. Un poco más y designan a Sonoradio como la mejor banda de 2006. ¿Qué, que Sonoradio lo fue?

Y, sin embargo, pareciera que los críticos musicales de El Comercio no se hubieran divorciado del todo de la tradición musical. Pero las apariencias engañan. Reseñaron, por lo menos sin renegar, el concierto que la banda Collective Soul ofreció el pasado 28 de febrero en Lima. No obstante, o nunca fueron al concierto o su altanero desdén por el legado musical que han significado más de 50 años de rock n' roll los ha llevado a desconocer eso que en el ámbito musical también existe y que suele llamarse "cultura general". Así pues, dicen que: «Posteriormente, sorprendieron al respetable al interpretar el tema "It's a Long Way to the Top (If You Wanna Rock 'n' Roll)", el mismo que cierra la película "Escuela de rock"». Nada menos cierto.



Es (sobre decir que obvio) que hay una gran diferencia entre Highway to Hell e It's a Long Way to the Top (If You Wanna Rock 'n' Roll). Pareciera más bien que los redactores que asistieron al concierto quisieron hacerse pasar por los profundos conocedores que distan eones de ser, para terminar inevitablemente haciendo el ridículo. Eso o nunca cubrieron la comisión que les correspondía y les pasaron mal el dato.

Por cierto (y como trivia de despedida), Collective Soul tampoco cerró su concierto con Shine, como se menciona en la mentada nota. El tema con el que se resolvió esa noche tan increíble se llama Goodnight Good Guy. Al menos acertaron con el álbum. Es como si una "bomba inteligente" norteamericana hubiera caído sobre un colegio irakí: al menos pueden decir que acertaron en la ciudad. Algo es algo, ¿o no?

No desdeñen la tradición, señores críticos musicales de El Comercio. Respeten al "respetable" y sépannos mucho más inteligentes y con mejores gustos que para considerar a unos niños que pareciera que estuvieran ensayando mientras que ofrecen sus conciertos como mejor banda del año que pasó o de cualquiera en que aún haya gente con la fuerza para corear a viva voz:

I'm on the highway to hell
Highway to hell!!!
I'm on the highway to hell
Highway to hell!!!


porque esa es, finalmente, la música que trascenderá, más allá de cualquier disforzado arrebato que un grupo de adolescentes pueda hacer en un escenario que les queda siempre demasiado grande y cuyo único "mérito" es tener billeteras muchísimo más amplias que su propio talento.



* Este dato fue obtenido de fuentes fidedignas dentro de las paredes del legendario local de Miró Quesada. Si no lo hacen con todos los discos, por lo menos proceden de esa manera con la mayoría, según mi fuente.