- No lo creo, Bobby, ya es tarde, creo que sería mejor que me llevaras a casa.
- Vamos, Stacy, sólo una vuelta. Tengo algo que mostrarte.
- Está bien, pero regresemos rápido. Tengo un presentimiento extraño esta noche.
Los dos muchachos bajaron del auto y dieron unas vueltas por el parque. A pesar de estar en pleno verano, aquella última noche de julio un frío poco común inundaba la oscuridad de la noche newyorkina. Fue Stacy esta vez quien convenció a Bobby, su novio, de regresar a su coche, pues aquella extraña sensación en su pecho no desaparecía.
- Prefiero irme a casa.
- Bueno, tienes razón, Stacy, está haciendo un poco de frío. Mejor vámonos.
Stacy Moskowitz y Bobby Violante no habían hecho nada relativamente malo ni aquella noche ni ninguna otra, ni juntos ni cada uno por su cuenta. Eran un par de jóvenes normales que regresaban de ver una película como también lo hacían muchas otras parejas. ¿Qué es lo que condujo, entonces, al Hijo de Sam a asestarles tres disparos, dos a Bobby y uno a Stacy? No fue venganza, no fue despecho, no fue ni siquiera una confusión. Fue simplemente algo que sucedió porque estaban en el sitio incorrecto en el momento incorrecto.
Stacy murió algunas horas después, y Bobby perdió el ojo izquierdo y sólo fue posible salvarle el 20% de la visibilidad del derecho. Sucedió todo esto el 31 de julio de 1977, a poco más de un año del primer asesinato que le fuera adjudicado al Hijo de Sam. Sería éste el último también, pues el 10 de agosto ya la policía había reunido suficientes pruebas para detenerlo.
* * *
Betty Broder, esposa de Tony Falco, tiene una hija con él, pero hace ya algún tiempo que están separados. En 1952, Betty conoce Joseph Kleinman y queda embarazada de él.
- No quiero ese hijo. Deshazte de él.
- ¡Es nuestro bebé, Joseph! ¡No puedo hacer eso!
- Yo no me voy a hacer cargo de ese bastardo que llevas en el vientre.
- ¡No entiendes que no puedo!
- Entonces ya ve tú lo que haces con eso, porque puedes olvidarte de mí.
Betty decide no abortar, pero tampoco quiere cargar con otro niño, pues ya suficiente tiene con criar a una niña y a duras penas. Así, decide dar a su recién nacido, Richard David Falco, en adopción. El niño lleva el apellido de casada de su madre, pues ella y Tony Falco nunca se divorciaron.
* * *
Cuando Richard despertó aquella mañana de junio de 1953, no fue el rostro de su madre el que vio, sino el de una enfermera de un orfanato de Brooklyn, en Nueva York. Richard lloró, puesto que era lo único que sabía hacer en sus escasos días de edad, hasta que finalmente se durmió por el cansancio. Algunos días después fue adoptado por Nathan y Pearl Berkowitz, pareja de esposos judíos, y es en casa de ambos donde pasaría el resto de su infancia y adolescencia, bajo el nombre a secas de David y ahora con el apellido semita de sus nuevos padres.
A pesar de la inteligencia notablemente superior de David Berkowitz, su infancia estuvo marcada por su carácter tímido y por su baja autoestima, que trataba de ocultar bajo una apariencia de autosuficiencia, mintiendo, robando y ocasionando incidentes debido a su piromanía. Jugador ávido de béisbol, se ganó la reputación del abusivo del barrio debido a sus arranques de ira y de violencia desmesurada, los cuales, sin embargo, se alternaban con fuertes depresiones causadas por su complejo de inferioridad.
David odió desde siempre a las mujeres. Su madre lo había abandonado siendo un recién nacido, las chicas de la escuela lo despreciaban, y el estrecho lazo entre él y su madre adoptiva se rompería trágicamente cuando, en 1967, Pearl muere de cáncer de mama. David no podría superar jamás aquel trauma que lo conduciría finalmente a ser un misógino asesino.
* * *
Donna Lauria y Jody Valenti, de 18 y 19 años respectivamente, eran amigas desde la infancia. Ambas vivían en el Bronx, uno de los barrios más peligrosos de Nueva York, pero estaban ya acostumbradas a transitar en las oscuras noches de aquella zona. Nada en especial parecía haber aquella noche del 29 de julio de 1976. Hacía algunas semanas que había empezado el verano y la noche era un refrescante alivio al vaho sofocante de las horas de sol.
Como otras noches, Donna y Jody conversaban en el coche de esta última, antes de irse a dormir. Era ya la una de la mañana. No había, sin embargo, nada de que preocuparse, pues al día siguiente no tenían clases en la escuela ya que estaban de vacaciones, y era, después de todo, un viernes.
Antes y después de los cinco disparos sólo hubo silencio de su parte. El Hijo de Sam no dijo nada ni antes de acercarse al coche, ni cuando dirigió el cañón de su Mágnum calibre .44 hacia los rostros de las muchachas, ni mientras se alejaba dejándolas a ambas heridas de muerte, si es que ya no totalmente despojadas de vida.
Este fue el primer asesinato que le fuera adjudicado al Hijo de Sam. Algunos meses después, cuando ya el clima veraniego empezaba a disiparse para dar paso a los vientos poderosos y las hojas caídas del otoño, atacaría de nuevo.
* * *
Sam Carr era un trabajador retirado que vivía en Yonkers, NY, junto con su familia y su perro labrador negro, Harvey. El 19 de abril de 1977, el señor Carr recibió una carta anónima que rezaba:
“Le he pedido amablemente que haga que su perro pare de ladrar todo el día, pero él lo continúa haciendo. Le supliqué que lo hiciera. Le dije cómo esto estaba destruyendo a mi familia. No tenemos paz ni descanso. Ahora sé qué clase de persona es usted y que clase de familia tiene. Usted es cruel y desconsiderado: no sienten amor por ningún otro ser humano. Usted es egoísta, señor Carr. Mi vida está destruida ahora. Ya no tengo nada más que perder. Puedo ver que no habrá paz en mi vida o en la de mi familia hasta que no acabe con la suya”.
Alarmado, Sam Carr llamó a la policía, pero lo que recibió fue poco más que ninguna ayuda. Ellos, después de todo, estaban dedicados por ahora a atrapar al asesino de la Mágnum 44. Diez días después, Harvey, el labrador que había destruido la vida de la familia del autor de la carta anónima, recibió un disparo en el patio de la familia Carr. Esta vez, la policía decidió prestar mayor atención a este caso.
Después de todo, Harvey había sido herido con una Mágnum calibre .44, además de que existían similitudes entre ésta y otra carta, encontrada en la escena de un crimen, doce días antes, el 17 de abril, y que estaba firmada, ésta sí, por El Hijo de Sam.
* * *
El 23 de octubre de 1976, después de una fiesta, Carl Denaro llevaba en su auto a Rosemary Keenan de regreso a casa. Ambos se habían divertido como si fuese la última fiesta de sus vidas. Después de todo, a los veinte años lo que a uno le sobran son las ganas de vivir.
- Me divertí mucho hoy.
- Yo también, Rosey. ¿No te importa que te llame así?
- Claro que no. Me gusta mucho que me digas así.
- A mí me gusta mucho llamarte así. Hay una fiesta el próximo fin de semana, no sé si quisieras ir conmigo.
- Claro que sí. Me encantaría, Carl.
- Oye, tienes algo en la blusa.
- ¿Qué es?
- Déjame acercarme para ver mejor.
Rosemary sonrió, Carl también. El placer de un beso muchas veces está definido más por las ganas que tienen dos personas de hallar sus labios, más allá de la habilidad que ambos amantes puedan tener. Este hubiera sido uno de los mejores besos de su vida, a pesar de sus escasos 20 años de edad. Nada de esto pensó el Hijo de Sam. Él sólo disparó sin pronunciar palabra, cinco veces, casi podría decirse que torpemente, y dejó a Rosemary ilesa, a pesar de que Carl fue herido en la cabeza.
- Oh, Dios mío -repetía Rosemary mientras manejaba el auto y veía a su amigo desangrarse en el asiento contiguo-. Oh, Dios mío, Carl. ¡Qué te han hecho!
Carl no murió aquella noche, aunque algunas veces hubiera preferido que así fuera, ya que nunca volvería a ser el de antes. El Hijo de Sam había pasado esa noche a convertirse en uno de los asesinos en serie más temidos de la segunda mitad de los 70’s.
* * *
La violencia del servicio militar no fue de ninguna manera un desfogue para el joven David Berkowitz. Ingresó a las Fuerzas Armadas norteamericanas en 1971 y permaneció activo hasta 1974. Sin embargo, de alguna manera pudo evitar participar en la guerra de Vietnam. De regreso a casa, se transformó al cristianismo.
En este punto, una esperanza pareció llegar a la atormentada vida del joven David: estableció contacto con su madre biológica, Betty. Nada, sin embargo, fue como él lo hubiera querido. Su odio hacia las mujeres sólo se incrementó cuando se enteró de las circunstancias de su nacimiento. Así, después de unas cuantas visitas, David y Betty perdieron contacto. A partir de entonces, su vida pública sería pasar de un empleo temporal a otro. David era empleado del Correo Postal de los EE.UU. cuando fue detenido en 1977.
* * *
El 26 de noviembre de 1976, Donna Lamassi, de 16 años, y Joanne Lomino, de 18, regresaban del cine en la noche. «No hablen con desconocidos» es quizá uno de los consejos más trillados que un padre puede dar, lo cual, sin embargo, no desmerece su validez. Donna y Joanne lo sabían, por lo cual apuraron el paso cuando se dieron cuenta de que un extraño las seguía por la calle.
La vergüenza nos orilla a actuar de maneras incoherentes muchas veces. En vez de correr, de escapar de aquella presencia que altera nuestra paz, decidimos seguir caminando, porque el temor a ser visto como un cobarde es mayor que el temor a ser víctima de un crimen. Donna y Joanne no corrieron, así que aquel hombre pudo alcanzarlas, tocarlas en el hombro y preguntarles: «¿Saben en dónde está...?». La Mágnum .44 terminó la frase con cuatro atronadores disparos.
Finalmente, Donna se recuperó del todo, pero Joanne quedó parapléjica el resto de su vida. El Hijo de Sam se adueñaba poco a poco de las pesadillas de los habitantes de Nueva York.
* * *
Los crímenes del Hijo de Sam se sucedieron también durante 1977. El 30 de enero, Christine Freuna y su prometido John Diel fueron atacados. Christine recibió dos balazos en la cabeza y murió instantáneamente, mientras que John pudo escapar.
El 8 de marzo, Virginia Voskerichian fue atacada cuando regresaba de sus clases. El Hijo de Sam le apuntó en la cara, y ella sólo atinó a cubrírsela con sus libros, que resultaron por demás insuficientes para salvarle la vida. Un hombre, testigo de todo, pudo ver el rostro del asesino, pero cuando éste pasó a su lado, sólo profirió un cortés y asustadizo: «Buenas noches».
El 17 de abril, sin embargo, las cosas empezaron a cambiar. Joe Coffey, detective de la policía de Nueva York, había relacionado desde principios de 1977 los asesinatos del año anterior de Donna Lauria, Jody Valenti y Joanne Lomino, con el ataque sucedido el 30 de enero de ese año. El ataque del 8 marzo coincidía, de igual manera, con el perfil del hombre que buscaban, aunque lo único que supieran de él hasta entonces era que su arma era una Mágnum calibre .44.
Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar. El Hijo de Sam se había vuelto más confiado a la hora de cometer sus crímenes, pero asimismo más descuidado a la hora de planearlos. A sabiendas de que la policía la buscaba, luego de asesinar a Valentina Surani y a su novio Alexander Esau mientras ambos se besaban en un coche, el 17 de abril, el Hijo de Sam se dio a conocer al mundo con una carta dirigida a la policía:
“Querido Capitán Joseph Borrelli: Estoy profundamente herido debido a que ustedes me llaman un misógino. No lo soy. Pero soy un monstruo. Soy el Hijo de Sam. Soy un pequeño rapaz. Cuando Padre Sam se emborracha, se vuelve malo. Golpea a su familia. A veces me ata a la parte trasera de la casa. Otras veces me encierra en el garage. Sam adora beber sangre. ‘Ve afuera y mata’, me ordena Padre Sam. Detrás de nuestra casa algunas descansan. Muchas son jóvenes -violadas y degolladas- su sangre drenada -sólo huesos ahora”. La carta continúa por algunos párrafos más.
Esta fue la carta que llevaría a los policías a sindicar a David Berkowitz como el asesino de la Mágnum 44, a quien ahora llamaban el Hijo de Sam.
* * *
Luego de salir del servicio militar, David Berkowitz se mudó de la casa de sus padres adoptivos, en Brooklyn, a Yonkers. Uno de sus vecinos era el señor Sam Carr, dueño de un perro labrador negro. El portero del edificio donde vivía David le dijo a la policía que lo único que sabía de él era que siempre pagaba a tiempo sus cuentas.
* * *
El 29 de julio de 1977 se cumplía un año desde el primer asesinato que fuera adjudicado al Hijo de Sam. La policía, por tanto, no podía descuidarse en aquella ocasión, ya que lo más probable era que tratara de asesinar nuevamente aquella noche. Para esa época, el doctor Martin Lubin, psiquiatra, había elaborado un perfil del asesino: un hombre paranoico, que quizá se consideraba poseído por fuerzas diabólicas y que probablemente tenía problemas para relacionarse, especialmente con las mujeres.
La noche, sin embargo, transcurrió tranquila. El Hijo de Sam decidió no atacar en aquella fecha, sino dos días después, el 31. Esta vez las víctimas fueron Stacy Moskowitz y Bobby Violante.
La policía no podía dejarle pasar ni una más al Hijo de Sam. El 10 de agosto, a las 7:30 p.m., los oficiales a cargo de la operación Omega, encargada de atrapar al asesino de la Mágnum 44, se abalanzaron sobre un hombre que salía de un edificio en Yonkers, NY.
- Ahora que te tengo, dime, ¿a quién tengo? -dijo el oficial que esposaba al hombre que acababan de someter.
- Soy el Hijo de Sam, David Berkowitz. ¿Por qué les tomó tanto tiempo?
* * *
David Berkowitz se declaró en primera instancia como el victimario de todas las mujeres asesinadas por el arma del Hijo de Sam. Afirmaba escuchar la voz de un demonio de 6000 años reencarnado en “Sam” el perro del vecino, el cual le daba órdenes de matar. Los psiquiatras diagnosticaron a Berkowitz como esquizofrénico paranoide de personalidad antisocial.
Posteriormente, David Berkowitz reveló, estando ya encarcelado, que no había sido él el responsable de todas las muertes que se le imputaban, sino que formaba parte de una secta satánica relacionada con el famoso asesino Charles Mason.
Las declaraciones de Berkowitz coinciden con las investigaciones de la policía, la cual, sin embargo, prefirió dejar de lado las pistas que indicaban que el oficial postal de Yonkers era tan sólo uno de los adeptos de más bajo rango dentro del culto, y que había sido usado como chivo expiatorio para encubrir a los miembros de mayor posición.
* * *
¿Qué orilla a un hombre a matar sin razón alguna? Uno puede tener una infancia horrible, puede ser abandonado al nacer por sus padres y sufrir la muerte de su madre adoptiva siendo adolescente. Uno puede sentirse rechazado por la sociedad y en especial por las mujeres, comprarse un arma para tratar de sentirse más seguro de uno mismo. Uno puede finalmente ingresar a una secta satánica y cometer asesinatos en nombre de demonios milenarios. Pero si todas estas cosas le sucedieran a una misma persona, si alguien tuviera una vida tan desafortunada, inevitablemente tendremos al Hijo de Sam, individuo paranoico y asesino en serie de mujeres.
Hoy David Berkowitz está recluido en la cárcel de máxima seguridad Attica con una condena de 365 años. Mantiene además una página web denominada “Forgiven for Life”, en la cual ofrece declaraciones en video, da consejos a los adolescentes, ha publicado diversas cartas de clemencia y apoya a un fondo ultracatólico. El Hijo de Sam recuerda en esta página web, entre otras cosas, que una noche, cuando convalecía de una herida degollante que le valió 56 puntos en el cuello, encontró la salvación en la Biblia.
Berkowitz también planea lanzar un libro denominado “Son of Hope”, donde narra su transformación evangélica y humana, y pretende donar las ganancias del mismo a las familias de sus víctimas.
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