Soy un hijo de los noventas. Papá, mamá, lo siento, pero es así. Cuando empecé a notar la clase de mundo en que me encontraba, Bush había decidido invadir Irak, Fujimori había disuelto el Congreso, Kurt Cobain se había suicidado con una escopeta. Los noventas le declararon la guerra al glamour, fueron la década de la crudeza y del despertar a las alertas globales.
Nací en el lindero que separa a las generaciones X e Y. Soy hijo de los que sobrevivieron a la Guerra Fría. Sé que viví durante la época de violencia senderista a pesar de que no la recuerdo con demasiada conciencia, más allá de los apagones y de los días de Paro Armado en que mis padres me hacían ir a la escuela. De hecho, nunca falté al colegio ni repetí de año, pero sí me reprobaron en religión y en conducta un par de bimestres.
Conocí y disfruté de 3 formatos distintos de soporte para grabar música: vinilos, cassettes y CD's. Escuché artistas que grabaron más que sólo en este último formato. Comencé a escribir poesía cuando era uno de los mejores de mi clase de química. Empecé a estudiar ingeniería y estoy a punto de terminar mi carrera de periodismo.
Tengo el cabello largo y no uso terno pero hablo con corrección. Tengo barba pero aún soy un imberbe hijo de los noventas.
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