miércoles, 25 de julio de 2007

More than meets the eye: acerca de la película Transformers, dirigida por Michael Bay

Creo que jamás había esperado tan pocos días (menos de una semana) después del estreno de una película para ir verla. Quizá, si el Destino me es (des)favorable, algún día conozca a Bruno Pinasco y él me pueda explicar (ya que no creo que haya sido por las puras -espero- que se ha paseado por todo el mundo haciendo un programa de cine) por qué los estrenos cinematográficos son casi siempre en jueves.

El punto es que ni el día del estreno (jueves 19 de julio de 2007) ni en los que vinieron hasta el lunes que le siguió -inclusive-, pude ir a ver la película en cuestión por una serie de razones que no vienen al caso. En fin, debo decir que ni para la tercera entrega de la nueva trilogía de Star Wars (mi único fanatismo confeso y ex profeso) esperé tan poco tiempo como para ver la promocionada Transformers de Michael Bay.

Para esto, varios de mis amigos (bueno, tres en realidad) ya habían visto la película y sus apreciaciones sobre ésta habían sido tan profundamente apologéticas que por poco (si es que en realidad sí lo hicieron y mi mente ha bloqueado ese recuerdo traumático para poder seguir considerándolos mis amigos) me la refieren como la mejor película de la historia del cine.

Para ser sincero, debo confesar que estaba bastante ansioso por ver el dichoso film, a pesar de que se trataba, después de todo, de un film de lejos bastante ceñido a los paradigmas hollywoodenses. Crecí viendo, entre otros dibujos animados, a los Transformers y aquella serie es una de las responsables de la (por muchos considerada deplorable y hasta insufrible) retrospección infantil en la que mi imaginación, mi mente y mi accionar en general caen e impenitentemente reinciden incontables veces al día. Por lo mismo, es probable que deba confesar que -por lo menos de manera inconsciente- este es uno de los live-action films que más he esperado desde mi niñez*.

Así que una tarde de martes, saliendo del trabajo (un día poco productivo para el que le interese), decidí no posponer más mi encuentro con la versión en CGI de los Transformers. Había tenido una comisión de última hora (la cual irónicamente no saldría publicada) que por poco y me hace llegar tarde a la película. Para mi buena suerte, el cine quedaba a escasas tres cuadras, así que hasta tuve tiempo (el justo) para comprar canchita y todo. Sin embargo, y como estaba apurado, me compré el combo más grande porque fue lo primero que se me ocurrió y, como fui solo, tuve que acabarme el pop corn gigante con las dos gaseosas igual de gigantes yo solito. Sí, por pura gula.

Y bueno, entré a la sala cuando estaban pasando los trailers promocionales de los próximos estrenos. Qué bueno, no me había perdido de nada. Me senté y, finalmente, empezó el film.

Si bien nunca antes había escuchado la voz de Optimus Prime en inglés, la elección que hicieron para esta película me pareció simplemente genial. Se trataba de una voz memorable per se, tal como también lo son la de Darth Vader en la versión original de Star Wars (interpretada por James Earl Jones) o la de Homero Simpson en la traducción para Latinoamérica (obviamente la que estuvo a cargo de Humberto Vélez). Algún tiempo después me enteraría de que Peter Cullen fue la voz original del líder de los Autobots también en la serie animada de los años ochentas.

Sin embargo, a parte de la voz de Optimus Prime, muy poco o nada más de rescatable habría de encontrar en esta película. Por ejemplo, si bien las peleas entre Autobots y Decepticons son secuencias muy bien logradas (en algunos casos, espectaculares), son muy pocas para una película que tiene (o debería tener, por lo menos) como eje principal a robots gigantes metamórficos que han luchado cruentamente (evidentemente no estoy hablando en sentido biológico) por la conquista del poder del Universo desde que el tiempo es tiempo.

No es así. Por el contrario, Transformers de Michael Bay se centra en la historia de un personaje-cliché adolescente presumiblemente virgen (así es, uno de los mayores estigmas de cualquier adolescente varón nacido en los Estados Unidos) y víctima de las burlas de toda su escuela.

Y, sí, si es que de clichés se trata, los gringos son campeones. Ad exemplum, los amigos negros de la experta en detección de señales Maggie Madsen (Rachael Taylor) son graciosos en tanto uno suprima cualquier intento de reflexión inteligente acerca de lo humorístico en tanto original. Con esto quiero decir que las situaciones protagonizadas por los dos hermanos Whitmann (en especial por Glen, caracterizado por Anthony Anderson) se deben disfrutar sólo con el arquiencéfalo para causar risa en un público con un CI de más de 100.

En algunos casos, incluso los clichés llegan a ser profundamente hirientes. Tal es el caso del vendedor de autos Bobby Bolivia. En este caso, el prejuicio etnocentrista y xenófobo de los guionistas de Transformers de Michael Bay no se plasmó en el comportamiento en general del personaje, sino que fue condensada en la broma que hace el propio Bolivia acerca de su apellido**. Y lo peor de todo es que casi toda la gente en la sala de cine se rió de esa cruel broma, probablemente sin tener en cuenta que, para los gringos, al sur de su frontera todos somos "mexicans" y que esa ofensa no estuvo dirigida sólo a un país sino a todos aquellos territorios del Nuevo Mundo que tienen una lengua romance como idioma oficial.

Tampoco faltaron los errores argumentales en esta película, pero por falta de tiempo y por alejarse del sentido de este post no los comentaré hoy. Aunque -he de confesarlo- fueron pocos (yo sólo pude detectar un par, si es que no uno solo).

Así, pues, Transformers de Michael Bay falla sobre todo por no haber sabido encauzar su trama hacia algo más interesante que un melodrama adolescente teñido con trazas de tecnología alienígena. Falla también por haber caído nuevamente en el facilismo de las fórmulas hollywoodenses a la hora de buscar la risa o la admiración del espectador. Finalmente, ésta falla además por correr.

Sí, no sólo los Autobots corren en esta entrega fílmica, sino que el ritmo de la película es en sí acelerado. Mientras la veía no pude evitar la sensación de que las escenas habían sido recortadas, quizá por cuestión de costos o de estándares fílmicos de la industria cinematográfica gringa, basada en satisfacer a un público acostumbrado a no pensar e incapaz de soportar más de dos horas seguidas de sensaciones visuales sin caer en la abulia y el hastío de aquel que sólo traga sin saborear.

En fin, quizá esto último no haya sido culpa de Michael Bay sino de los nunca bien ponderados productores de Hollywood. Pero bueno, para eso tendré que esperar una ulterior versión del director en DVD (si es que Bay es efectivamente inocente de este cargo), aunque sinceramente considere -confieso que no sin pesar- que el mejor destino para la versión live-action de los héroes robóticos de mi niñez sea las profundidades submarinas que fueran la morada final de Megatron en esta película.



* Otras de las series que algún día me gustaría ver plasmandas en la pantalla grande e interpretadas por actores de carne y hueso son Thundercats, Robotech y Super Agente Cobra.
** «Mi nombre es Bobby Bolivia, como el país pero sin la diarrea».